Platón advertía: “El recipiente vacío hace el sonido más fuerte”. El filósofo reconocía que las voces más escuchadas en un debate eran las más reduccionistas, esas que no admitían sutilezas. Más de dos milenios después, la frase gana relevancia, considerando que, en el ecosistema digital actual, todos tienen un megáfono en mano y el eco de los sonidos más estridentes ensordece a todos.
Vivimos en una era de absoluta polarización, donde un extremo vocifera que una cosa es blanca, la otra que es negra mientras la ocupada y silenciosa mayoría sabe que es gris. Así, el discurso público de temas complejos se convierte en una competencia de gritos absolutos, pero conceptos contradictorios pueden ser verdad al mismo tiempo.
Fujimori fue uno de los mejores presidentes del Perú, rescató una economía en picada y nos salvó del terrorismo. Pero su hambre de poder nos encaminó hacia la institucionalización de la corrupción e impunidad que sufrimos hasta el día de hoy.
Elon Musk es un genio indiscutible que ha cambiado para siempre los viajes espaciales, los automóviles eléctricos y el Internet satelital. También es su peor propio enemigo y una persona frágil que no puede evitar desperdiciar su tiempo (y fortuna) en conspiraciones, ego manías y rencillas triviales.
La equidad de género es algo que todos debemos aspirar, pero existen diferencias profundas y reales entre hombre y mujeres. Ignorar o atacar esos contrastes hacen poco por solucionar el problema.
La democracia es injusta, manipulable e imperfecta, pero también está demostrado (por data, no por opiniones) que es el mejor sistema para generar prosperidad a largo plazo.
Algoritmos y políticos quieren reducir realidades complejas a eslóganes, pero es señal de apertura, madurez y empatía la capacidad de poder mantener dos ideas opuestas en la mente. Nuestros cerebros pueden procesar lo incompatible y volverlo compatible.
Como sugiere el comediante Bill Maher: “Podemos masticar chicle y caminar al mismo tiempo”.
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