"Conviene reflexionar un poco sobre la temporada del verano y qué significa esta para el desarrollo de las ciudades que la aprovechan". (FOTO: GEC)
"Conviene reflexionar un poco sobre la temporada del verano y qué significa esta para el desarrollo de las ciudades que la aprovechan". (FOTO: GEC)

Resulta extraño desviar la atención de los sucesos nacionales, las manifestaciones, la represión policial, las agresiones desplegadas por algunos violentistas y el sinfín de hechos que no parecen tener cuándo acabar. Esperamos que pronto se llegue a consensos que nos permitan reconciliarnos como peruanos y podamos volver a mirar el futuro sin ansiedad ni miedo.

Con el mes de enero finalizando –en medio de la continua crisis política– conviene reflexionar un poco sobre la temporada del verano y qué significa esta para el desarrollo de las ciudades que la aprovechan. En especial, los territorios costeros y ribereños que sacan ventaja del calor con personas ávidas de refrescarse en las aguas del mar o de los ríos. Por supuesto, el estado de conmoción nacional que vivimos actualmente también impacta en las decisiones que los ciudadanos toman en relación a sus vacaciones o días libres.

Los balnearios, por ejemplo, viven su pico en la temporada de verano y viene bien preguntarse cuál es el rol de los gobiernos locales para promover un aprovechamiento sostenible de sus recursos. En el caso de Lima, distritos como Punta Hermosa y San Bartolo han tenido un desarrollo urbano acelerado en los últimos años. Por su parte, Santa María del Mar ha logrado gestionar su pequeño distrito de una manera bastante apropiada y considero que hay lecciones que aprender de ellos. Punta Negra se mantiene rezagada y es una lástima pues el balneario de mi infancia tiene mucho potencial.

Las playas del norte también se presentan de forma muy dispareja. Puertos como el de Paita y malecones como el de Pacasmayo permanecen muy abandonados. La mística que existe en ellos aún sigue atrayendo a los visitantes pero ciertamente se están quedando en la cola de un desarrollo balanceado. Chicama está algo mejor, en comparación, pero tampoco tanto, mientras que Pimentel sí ha logrado avances importantes. Las playas más al norte continúan sufriendo los embates del turismo agresivo y desbordado, impactando en sus ecosistemas y dañando el ambiente.

Sin embargo, los buenos servicios públicos se hacen extrañar y la atención en salud es quizá lo más urgente. Las autopistas van mejorando pero siguen siendo irregulares así como las pistas y veredas cuyo diseño aún prioriza al conductor, incluso a pesar de los lindos malecones y de la evidencia de que los bañistas caminan mucho en las playas. Sería ideal que más gobiernos locales que dependen de la temporada del verano puedan diseñar estrategias que les permitan incrementar la calidad de vida de sus vecinos y de todos los visitantes que llegan a sus territorios.

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