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Redacción PERÚ21

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Carlos Basombrío,Opina.21Fue impresionante ver en la TV cómo en las intervenciones de oficialistas y opositores no había punto de contacto en la valoración de la situación y menos aún en cuáles son las soluciones a la crisis.

Pero lo real y lo concreto es que Venezuela es hoy por hoy un país en ruinas. Tienen la inflación más alta del mundo, el aparato productivo está muy debilitado, incluyendo la industria petrolera; el desabastecimiento de todos los productos de primera necesidad es muy frecuente; la violencia delincuencia es aterradora y en las calles sectores importantes de la juventud se resisten a que este sea el destino de su país.

¿A quién le conviene el diálogo? El solo hecho de que Maduro se siente a conversar con la oposición en mucho más de lo que ocurría antes es un triunfo de las protestas. Recordemos que Maduro y su gente llama a los opositores fascistas, agentes del imperialismo, entre otros epítetos parecidos. Es obvio que lo que busca Maduro es aplacar las calles, ganar tiempo y vía algunas concesiones estabilizar su zarandeado gobierno.

La oposición llega dividida a esta instancia. Una parte ha optado por sentarse a la mesa (Capriles incluido) y otra (personificada por Corina Machado y Leopoldo López) considera que no hay condiciones para participar. Viéndolo fríamente, quizás no sea del todo malo que la oposición tenga estas dos tácticas simultáneas. La gente en las calles ha demostrado mucha fuerza y convicción, pero no la suficiente como para poner contra las cuerdas al régimen y arrancarle concesiones sustantivas. A la vez una mesa de diálogo que no tenga la presión de las movilizaciones ciudadanas fácilmente sería ninguneada por un régimen que jamás ha tenido ninguna voluntad de compromiso y diálogo.