Miles de venezolanos se han manifestado el miércoles en los 23 estados del país y el Distrito Capital en contra de Nicolás Maduro. (Foto: EFE)
Miles de venezolanos se han manifestado el miércoles en los 23 estados del país y el Distrito Capital en contra de Nicolás Maduro. (Foto: EFE)

Venezuela atraviesa momentos muy difíciles e inciertos. Pero no por difíciles, menos imprevisibles. Tanto sufrimiento, tanto venezolano haciendo de taxista o de mercachifle de los más extraños bienes, a pesar de su formación, estaba lanzando un mensaje que el más torpe debía entender y prever, salvo que se carezca de olfato político.

A Sánchez, el presidente del gobierno español, la situación le ha sorprendido a contrapié. El tema Venezuela en España es motivo de enfrentamientos políticos desde hace unos pocos años, los mismos que lleva José Luis Rodríguez Zapatero haciendo de mediador con Maduro. Al partido que presume estar libre de los vicios de los partidos políticos tradicionales –Podemos– se le acusa, con prueba suficiente, de haber recibido fondos del gobierno venezolano.

Una vez producido el hecho Guaidó, las reacciones en España han sido curiosas, aunque francamente mejorables. Especialmente por lo que a Sánchez se refiere.

A diferencia del Perú, de República Dominicana, de la OEA o de los Estados Unidos, por citar algunos, ni España ni la Unión Europea han sido capaces de dar una respuesta rotunda. Los partidos de izquierda hablan de golpe de Estado… de Guaidó. Los de derecha y centro exigen a Sánchez que reconozca al presidente interino. ¿Y Sánchez? Lo llamó por teléfono para felicitarle por su coraje y desear que haya pronto elecciones.

Así, con una España oficial, en jaque o noqueada, será difícil dar pautas que ilustren a la dubitativa Unión Europea a hacer algo más que enviar mensajes cifrados y cansinos.

De Maduro, como decía otro socialista, Felipe González, lo único que hay que esperar es que diga cuándo se va. Y del gobierno español, criterio e inteligencia.