Susana Villarán
Susana Villarán

“No soy ingenua: tengo una manera de hacer política que es bien diferente”. Eso es lo que declaraba Susana Villarán, en 2013, en plena campaña por el No a su revocatoria como alcaldesa de Lima.

Hoy se conoce –a través de un informe de El Comercio– que el empresario brasileño Valdemir Garreta, en su declaración ante el Ministerio Público del Perú, aseguró que la campaña que dirigió su empresa para evitar que la entonces burgomaestre sea expectorada del cargo recibió US$3 millones de las empresas constructoras Odebrecht y OAS.

De ser así, la manera de hacer política de Villarán no se diferenciaría mucho de la que, en su momento, hicieron Ollanta Humala y Nadine Heredia. Es más, el propio publicista brasileño precisa que, en este caso, el modus operandi fue similar al empleado con el líder nacionalista.

Villarán, sin embargo, ha salido rápidamente a desmentir a Garreta, repitiendo lo que tantas veces dijo: que no, que no solicitó ni recibió dinero, que no recibió coimas y que no favoreció a empresas extranjeras (aunque el inicio de la campaña por el No haya coincidido con la entrega del proyecto Nuevas Vías de Lima a Odebrecht por un periodo de 30 años).

El problema para ella es que las cifras de su ostentosa campaña (recuérdense los enormes y bien confeccionados paneles que inundaron Lima) no están en blanco y negro. La documentación financiera poco clara e imprecisa que presentó ante el Pacto Ético Electoral del Jurado Nacional de Elecciones y sus vagas explicaciones ante la comisión Lava Jato, donde recientemente dijo que no recuerda quiénes manejaron las finanzas y cómo lo hicieron, abonan a la desconfianza.

El desafío del equipo que dirige el fiscal Hamilton Castro es ahora corroborar la declaración de Garreta. Y hacerlo con celeridad, de tal forma que no les permita a quienes defraudaron la confianza de la ciudadanía escabullirse por los vericuetos de la impunidad. Porque, al igual que Susana Villarán, nosotros tampoco debemos ser ingenuos.