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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

¿Sabía usted la semana pasada que existía una exposición de pinturas de los presos de Sendero Luminoso? Nosotros, honestamente, no. Y seguramente casi nadie conocía algo al respecto. Pero, gracias al ministro del Interior, Daniel Urresti, hoy son muchos los ciudadanos que ya saben que Elena Iparraguirre y los demás delincuentes senderistas pintan y exhiben sus obras en Lima.

La visita de Urresti no tendría nada de malo si no fuera porque, en su afán de hacer un nuevo show mediático, le ha servido de caja de resonancia a Sendero Luminoso y porque, habiéndose intensificado los asesinatos, asaltos diarios a restaurantes y robos, la gente espera que el ministro luche también contra estos delitos, y no solo esté preocupado por la exposición de pinturas, Burga o las expresiones políticas de Keiko Fujimori y Alan García.

Muchos han sido los esfuerzos del Movadef por ganar notoriedad, por conseguir alguna tribuna, por lograr algún debate en los medios para entrar en escena, y así mostrar que existen y que se están fortaleciendo, sea verdad o no.

No lo habían conseguido desde hace mucho tiempo. Hasta que al ministro del Interior no se le ocurrió mejor idea que hacer un despliegue mediático en la exposición de pinturas, donde le dio "en la yema del gusto" al abogado de Abimael Guzmán, Manuel Fajardo, y a los demás senderistas. Propaganda gratis a nivel nacional, y debate y foto en primeras planas con el más popular de los ministros, que, al más puro estilo de Melcochita, parecía gritar: ¡NO VENGAN!, ¡NO LA VEAN!

Urresti decidió entablar un debate político con Sendero Luminoso, con el defensor de Guzmán, que debe estar –junto a Elena Iparraguirre– feliz de la vida porque ni con su audiencia judicial logró tanto despliegue publicitario como con la visita del ministro Urresti.

Enfrentar políticamente a Sendero no es darles la calidad de interlocutor válido a Fajardo y a los senderistas. Eso es "levantarlos" y ponerlos en escena nuevamente, para su beneplácito.