A punto de cumplirse un año de la muerte de Eyvi Ágreda, la justicia acaba de condenar a su asesino y acosador, Carlos Hualpa Vacas, a 35 años de cárcel y a pagar una reparación civil de 590,000 soles.

Como se recordará, este sujeto roció con gasolina y prendió fuego a su víctima causándole quemaduras en todo el cuerpo, que en 38 días acabaron con su vida. Según confesó más tarde, lo hizo para “darle un escarmiento” e incluso reveló que su intención inicial era “solo desfigurarla” porque no cedía a sus requerimientos presuntamente amorosos.

La condena a este sujeto que venía cumpliendo prisión preventiva en el penal de Challapalca es, a todas luces, ejemplar, pero la cosa no debe ni puede acabar ahí, en una pena aislada, quién sabe si por la presión mediática. En lo que va del año ya se registran más de 60 feminicidios en todo el territorio nacional, es decir, 60 asesinatos de mujeres a manos de hombres con los que pueden haber tenido o no alguna relación previa.

El feminicidio es solo el último eslabón de un tipo de violencia que el enfoque de género, por ejemplo, busca desterrar desde la escuela, pese a la cerrada grita de colectivos con ideologías religiosas fundamentalistas como la de Con Mis Hijos No te Metas.

Y decimos último eslabón pues no toda la violencia que se ejerce contra la mujer termina en la muerte, que es lo que mayormente se castiga. Se olvida con frecuencia que en los paraderos previos a ese funesto desenlace, existe toda una cultura de abuso y discriminación que no debería necesitar convertirse en violencia física para ser penada por la ley. El acoso y la violencia doméstica, por citar un simple ejemplo, si uno acude a denunciarlos en una comisaría, casi no tienen respuesta de protección policial inmediata.

Cambiar el entorno cultural, educativo y legal que permite monstruosidades como esta debe ser la mejor manera de homenajear y recordar a mujeres como Eyvi Ágreda. Se trata de evitar que execrables crímenes como aquel del que ella fue víctima sigan siendo en el Perú parte del paisaje social que nuestros hijos heredarán. No lo olvidemos.

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