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Redacción PERÚ21

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Carlos Basombrío,Opina.21cbasombrio@peru21.com

En La República del mismo día, Carlín caricaturiza a Toledo entrando al Congreso a declarar y le preguntan: ¿Pedirá que se anule todo? ¿Se copia de la estrategia de García? Este contesta: "Uso una estrategia combinada, también tengo esto", mostrando un tensiómetro.

Sin duda, los casos de Fujimori, Toledo y García son diferentes y cada uno tiene su propio drama. Pero el hecho de tratarse de los tres últimos presidentes hace imposible para la mayor parte de la ciudadanía el separarlos.

Fujimoristas y apristas gozan con la desgracia de Toledo. Humalistas y toledistas disfrutan con las tribulaciones de García y el patético capítulo final de Fujimori. Los unos se ensañan con los otros y viceversa.

Es normal: son rivales políticos y compiten entre sí; además, en todos los casos hay muy buenas razones para acusar.

El problema es que hay vasos comunicantes entre las tres historias que terminan convirtiéndolas en una sola. Por eso, cada puñalada que un aprista le asesta a Toledo hiere de carambola a Alan García. Cada golpe que recibe Toledo de los fujimoristas le recuerda a la gente que Fujimori purga condena por cosas mucho peores. Humala no escapa, ya que mucha gente se debe de estar preguntando si él no está haciendo lo mismo.

Es deprimente y vergonzoso ver que quienes pasaron por el poder fueron responsables de tantas barbaridades. Es un nuevo y tremendo golpe a la clase política.

¿Trae esto consecuencias para la política peruana? La más obvia: estimula la búsqueda de alguien nuevo, diferente y ajeno al elenco estable de los políticos "tradicionales", acentuando la incertidumbre.

Es también una razón más para que gente que se respeta a sí misma se diga: jamás estaré en política o nunca regresaré a ella.