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Las variantes del “troll xenófobo”

"Los peruanos no nos dividimos entre quienes recibimos a los venezolanos con brazos abiertos y quienes los detestamos con toda nuestra alma. Hay también matices, dudas, miedos".

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“Son trolls, ni los mires”. Es usual desacreditar así a quienes usan las redes para expresar algo con lo que estamos en desacuerdo. Demasiadas veces estos comentarios vienen cargados de agresividad, pero de cualquier forma leerlos con atención –en lugar de desestimarlos sin más– permite entender que las actitudes hacia los venezolanos no son binarias. Los peruanos no nos dividimos entre quienes los reciben con brazos abiertos y quienes los detestan con toda nuestra alma. Hay también matices, dudas, miedos…De hecho, precisamente con un afán de entender mejor distintos puntos de vista, es cada vez más común en las ciencias sociales sumergirse en las redes sociales para comprender mejor los grupos estudiados (la netnografía de Kozinets).
Una revisión de los comentarios en Twitter de aquellos que se oponen a la migración venezolana permite reconocer una primera serie de comentarios sobre los que ya se ha discutido: aquellos que se enfocan en que esta puede “reducir las oportunidades” de los peruanos. Pero en este grupo existe además la creencia de que sus preocupaciones vienen siendo desestimadas porque la migración no está afectando a los periodistas ni a los columnistas. Los venezolanos, cito, estarían quitándole trabajo a los “vendedores de fruta, estibadores, mototaxistas, etc y los de la clase A se llenan la boca con #YoSoyVenezolano”.
Otro argumento muy repetido para oponerse de forma tajante a la llegada de los venezolanos, y sobre el que poco o nada se ha dicho, es aquel que critica a los extranjeros por no quedarse en su país a, sigo citando, “hacer patria”. En esta narrativa, los venezolanos son “cobardes” que “huyeron sin luchar”, cuando deberían estar intentando derrocar a Maduro.
Algunas personas dicen más bien estar teóricamente a favor de ayudar a los venezolanos, pero no creer que el gobierno sea capaz de enfrentar el fenómeno. Primero, porque ni siquiera se da abasto cumpliendo obligaciones mínimas con los peruanos, lo que se ejemplifica con el mal manejo de la salud pública o las heladas; la idea se resume bien en “primero mi gente, luego los venezolanos y extranjeros”. Segundo, porque el gobierno no ha sabido regular bien la migración, abriendo las puertas a un “caos” e incluso a “ladrones y estafadores”.
No se trata de justificar a quienes critican la presencia de venezolanos en el Perú, pero sí de buscar una mayor comprensión del otro. Creo que la migración venezolana es positiva para el país y que es una obligación moral darles cobijo de la crisis. Pero creo también que no se puede desestimar sin más a quien no opina como nosotros.
Hasta ahora mucho espacio se ha dedicado, por ejemplo, a demostrar que efectivamente los efectos de la migración son positivos en la economía. Y debemos seguir hablando de esto, pero no solo de esto. Es importante que aceptemos, por ejemplo, que algunos peruanos sí han sido despedidos de puestos que son después de un tiempo puedan haber sido cubiertos por venezolanos, por lo que necesitamos ser empáticos al discutir por qué el efecto agregado de la migración es positivo, y no gritar simplemente que quienes perdieron un trabajo lo hicieron por incapaces. Hay que discutir sobre cómo la informalidad y la poca regulación son una variable a tomar en cuenta.
Tenemos que hablar de lo difícil que es para los venezolanos acabar con el chavismo. De que hoy todas las instituciones venezolanas están copadas por el régimen. De que las elecciones no vienen con ninguna garantía de imparcialidad. De que miles de venezolanos han muerto o sido torturados por luchar contra la dictadura. Y de que es desalmado pedirle a una madre que se quede en su país, viendo a sus niños pasar hambre, para “hacer patria”.
Le toca también al gobierno presentar un plan de acción más claro. Con la manera en la que se estableció el requisito de los pasaportes ha demostrado poca capacidad de gestión. Y no queda claro, por ejemplo, cuál será el futuro de los permisos temporales de permanencia.
Sí, el argumento principista es crucial, y es lo que personalmente sostiene mi actitud hacia la migración venezolana: son personas que merecen tener el derecho a trabajar y hacer una vida segura, y como tal siempre serán bienvenidos. Pero ahí no termina la discusión.
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