(Foto: AFP)
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¿Por qué Mario Vargas Llosa siempre reclama su origen arequipeño y recuerda su feliz infancia en Piura cada vez que viene al Perú y hasta ahora no ha movido un dedo por estas dos regiones, ambas tan especialmente devastadas por el virus?

Con la colosal llegada mediática y social que tienen Isabel Preysler, la hija de esta (Tamara) y él en España, todos ellos han podido realizar colectas de fondos o conseguir donaciones de balones de oxígeno, camas UCI, mascarillas, traslado de internistas voluntarios españoles y mil cosas más para luchar contra la plaga en estas afligidas regiones. Tampoco Mario hizo nada de nada por Piura cuando esta región fue asolada por El Niño costero en 2017, salvo un “mensaje de solidaridad”. Muchos discursitos de amor desde la cómoda mansión Villa Meona (5 mil metros cuadrados) ubicada en la calle Miraflores de la exclusiva urbanización madrileña de Puerta de Hierro, pero nada de acciones por los necesitados.

Ahora que su incondicional Cateriano está de premier y con su “progre” hija Morgana en Lima, a ver si juntos algo hacen por estas regiones. En las tragedias se conocen las grandezas de los hombres: Vargas Llosa es un gran escritor e intelectual, pero como persona siempre ha dejado mucho que desear. Una vez le comentó a un sobrino mío en Chicago que “Aldo me odia porque me cree comunista”. ¡Es bastante tonto pensar que voy a considerar “comunista” a Vargas Llosa! Simplemente me repele porque nos dejó a Humala y se largó alegremente, por sus odios eternos interesados (a Alan sí le perdonó todas las bajezas del 90 para que le construya el LUM y así pueda ganar el Nobel con una imagen “progre”), su narcisismo, sus “argollitas” adulonas, sus berrinches infantiles y su egolatría (cómo se portó de tan mal con las mujeres de su vida no me incumbe). Pareciese que De Soto le definió muy bien años atrás en TV.


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