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Redacción PERÚ21

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Juan José Garrido,La opinión del directordirector@peru21.com

Dirán que los mercados en el Perú son predominantemente libres y que unos puntos no merecerían mayor preocupación. Pues si nos comparamos con nuestros pares regionales, nuestros mercados son –efectivamente– libres.

Empero, también escondemos algo que no parece preocuparnos: a saber, que estos mercados "libres" no están soportados por instituciones que velen por el debido desenvolvimiento de los mismos. ¿De qué nos sirve la libertad de intercambiar o de establecer el precio que nos parezca más adecuado si no podemos ejercer nuestros derechos contractuales, proteger nuestra propiedad ante posibles apropiaciones o entablar una disputa judicial sin que nos ganen por una amistad o por una gratificación?

A los liberales nos encanta la idea de refugiarnos en los mercados como remedio casero frente a cualquier intentona estatista. Y está bien; de hecho, no cabe duda que sin dicha defensa al Perú hace rato que lo metían en el saco del populismo y del estatismo, de la farra fiscal y los controles. Los peruanos, a golpes, hemos aprendido que la libertad funciona finalmente; que a todos nos va mejor, a grandes y a chicos.

Lo que no reparamos es que dichos mercados libres sin instituciones sólidas que protejan los acuerdos se convierten en el lejano oeste, en el far-west, en la tierra donde Songo le dio a Borondongo y este a Bernabé. O sea, que los mercados sin un conjunto de reglas, una administración de justicia y un mandato que vele por el cumplimiento, pues permiten la extracción, el robo, el contubernio, el acomodo. Y eso, por supuesto, dejó de ser un mercado libre.

La solución no pasa por reducir las libertades, sino por construir y consolidar instituciones. Así como luchamos por mayores instituciones de mercado, debemos exigir que se fortalezcan las instituciones llamadas a protegerlas.