(Twitter: @augustoreyh)
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En una pared al lado de la Panamericana Sur, entre el Mar de Grau y el Santuario Arqueológico Pachacamac, hay una pinta que dice “SOY PERUANO, NO A LA VACUNA CARAJO”. Ya la había visto varias veces en los últimos meses, pero le presté la misma atención –que no es mucha– que a las pintas que aparecen en tiempos electorales en cada pared vacía de la ciudad.

La imagen, sin embargo, se volvió viral esta semana por una foto colgada en Twitter, generando una respuesta en redes que anuncia lo que ya he dicho antes aquí: de poco servirá tener la vacuna si, primero, el gobierno no tiene la logística afinada para inyectarla a lo largo del país en el menor tiempo posible y, segundo, la campaña de miedo y fake news contra las vacunas sigue ganando terreno.

El hecho de que alguien haya invertido tiempo y recursos en hacer esa pinta en la Panamericana es señal de que la movida antivacunas en Perú va en serio. Puede que sus creadores solo busquen contribuir a una campaña desestabilizadora. Anarquistas, necios y contreras nunca faltan. Da lo mismo sea la razón que fuese. Si levantan la agenda antivacunas, es porque saben que hay un público dispuesto a escuchar. Ni siquiera se refieren específicamente a la vacuna para el COVID, sino a todas.

Mi impresión es que la vacuna llegará recién en varios meses. Salvo los 500 mil primeros peruanos que serán vacunados con el lote ofrecido por Sagasti para el fin de verano, los otros 20 millones probablemente lleguemos a fin de año sin vacuna. No veo otro escenario realista.

Con tanto tiempo por delante, siendo Perú el país más reacio a la vacuna contra el COVID y un país tan dado a las teorías conspirativas, donde los mismos jueces las escriben en vergonzosas resoluciones judiciales, el gobierno debería estar preparando la artillería que permita dar la mayor información de calidad para despejar dudas y turbaciones. A las campañas de miedo se les vence con información.

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