(GEC)
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Luego de que hace unos días se registrara el récord de un millón de vacunas aplicadas en una sola semana, el Perú puede respirar más tranquilo. El proceso de inmunizaciones iniciado por el gobierno de transición continúa su marcha a todo meter, aumentando la velocidad con que se están aplicando. Al día de hoy ya se han distribuido 6 millones de dosis y la curva del progreso de las vacunaciones entre la población se va empinando positivamente.

El ministro Oscar Ugarte ha anunciado, además, que desde julio se empezará a inocular a 300 mil personas por semana, coincidiendo con el inicio del grupo etario de 50 a 60 años. Un hito que antes parecía lejano y que ya nos pone en línea directa para comenzar a lograr la inmunidad de rebaño, que, según el Minsa, podría alcanzarse hacia fines de octubre.

Todo esto, desde luego, siempre y cuando no se afloje, todavía, con los cuidados básicos. El caso de Chile debería servirnos de ejemplo. La nación sudamericana con los mayores avances en la vacunación masiva de sus ciudadanos se ha visto obligada hace una semana a confinar otra vez a sus ciudadanos en la capital, Santiago, pues la enfermedad tuvo un abrupto y mortal repunte. Las nuevas variantes que acechan al mundo –de cuyos peligros la OMS está advirtiendo desde hace días– y un prematuro desmadre en la vida social chilena pueden haber sido las causantes, pero lo cierto es que también debemos estar claros en que con la vacuna no termina todo.

El próximo gobierno deberá tomar el serio el compromiso de sostener o mejorar el ritmo vacunatorio y la distribución de dosis por todo el Perú, que, con las cifras que se están difundiendo, la administración Sagasti le estará dejando una valla bastante alta.

La ciudadanía, por su parte, deberá seguir siendo cuidadosa con los lugares atestados y evitando abandonar la doble mascarilla. Es cierto que, con el descenso en los índices de contagios y decesos, las medidas se han distendido un poco. En Lima, por ejemplo, el nivel de alerta ha pasado de “muy alto” a “alto”, con lo que se ha podido retrasar el toque de queda de 9 a 11 de la noche.

Es pronto todavía para cantar victoria, pero la guerra contra el virus parece esta vez, sí, encaminada. Esperemos que el próximo capitán –o capitana– del barco mantenga el curso.