(GEC)
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Las pérdidas humanas que nos están dejando estos tiempos terribles son enormes y todas lamentables. Pero en esta oportunidad queremos rescatar la figura de Renzo Rossini Miñán, gerente general del Banco Central de Reserva del Perú (BCR) desde octubre de 2004, quien venció al COVID-19 pero no a sus secuelas y falleció el pasado lunes.

Este destacado profesional comenzó a trabajar en el BCR en 1982. Y aunque tuvo a lo largo de su carrera importantes ofertas desde el sector privado, nunca dejó su querido Banco Central. Fue profesor de Política Económica de la Universidad del Pacífico por muchos años, realizó diversas publicaciones sobre su especialidad, fue constantemente invitado como expositor en eventos académicos, pero sobre todo, y en eso coinciden todos sus discípulos, fue un gran maestro.

Para nadie es un secreto que, además de su influyente papel como formador de sucesivas generaciones de economistas peruanos desde su prestigiosa cátedra universitaria, como funcionario, Rossini fue el brazo derecho de Julio Velarde, actual presidente del BCR, y con él contribuyó decisivamente a la estabilidad monetaria que logró que nuestro país se mantuviera en la senda del crecimiento durante las últimas décadas y que este banco se convirtiera en un ejemplo internacional y en la institución peruana más respetada en el mundo.

Una labor, la suya, silenciosa, valorada sobre todo por colegas y entendidos, pero que, como la de pocos altos funcionarios de carrera en la administración pública, fue esencial para mantener un desempeño saludable de nuestra economía, a pesar de críticos contextos globales, a través de una política monetaria coherente, con tasas de inflación dentro del rango meta y altos niveles de reservas.

Renzo Rossini deja un legado inigualable de vocación de servicio público. Pocos profesionales le han dado tanto al Perú como él lo hizo desde una institución fundamental para el desarrollo del país. Descanse en paz.

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