Solo en Perú lo peor de la farándula y de la política pueden terminar en un esfuerzo conjunto para poner al presidente con un pie afuera del cargo y al país al filo del abismo. Pero tampoco seamos ingenuos.
Como en política pocas cosas son casualidad, esta tormenta llega en clave de cortina de humo para evitar se siga con los procesos contra el mismo Alarcón, se conozca más sobre los vínculos del partido de los Luna con Los Cuellos Blancos y se vote el impedimento para que sentenciados no puedan postular a cargos públicos.
En el Congreso existen incentivos suficientes para generar inestabilidad y, con suerte, prolongar su periodo en el cargo. Merino de Lama, por su lado, sueña con la presidencia, intentando emular a un Paniagua que nunca será. Si no, es difícil entender la presión desbocada por una vacancia presidencial en plena pandemia global.
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La catadura de los denunciantes, sin embargo, no hace que la denuncia pierda importancia. Los audios han revelado que Vizcarra se está quedando solo, traicionado por su entorno más intimo. Esos diálogos de bajo vuelo con su asistente, en lo que parece un arreglo de mentiras para sortear las investigaciones por Swing, un personaje que no debería generar inestabilidad ni preocupación en ningún espacio serio, lo dejan mal.
Pero la denuncia penal debe venir luego de que Vizcarra termine su mandato, como manda la Constitución. Hablar de una vacancia exprés es desproporcionado y configura un capítulo más del chaveteo en el que ha caído la política local. Quienes se presten a ese juego de carniceros estarán pasando a la orilla de los golpistas.
A estas alturas, es evidente que un error político potencialmente letal de Vizcarra es no haber lanzado una lista en la elección congresal de enero, donde seguramente habría conseguido buena votación. Un gobierno sin fuerza legislativa siempre está a un paso de la guillotina, como estamos viendo.