Uso y abuso del impeachment
Uso y abuso del impeachment

El primer juicio político de la historia ocurrió en Inglaterra, en el siglo XIV, cuando, de acuerdo con las leyes de esa monarquía para la época, el llamado common law, el Parlamento votó en 1376 en contra de algunos ministros del rey Eduardo III, acusándolos de corrupción y malos consejos al monarca. Así, en tiempos cuando los reyes aún representaban a la divinidad, en la Edad Media, nace el impeachment como una figura simbólica.

Con los sistemas democráticos presidencialistas se incorporó a muchas constituciones la figura del impeachment para destituir a un jefe de Estado por razones de alto peso y luego de una investigación y debate profundo de los Congresos, lo que ha conducido ya a tres procesos fallidos de este tipo en los Estados Unidos (Nixon, quien renunció antes de que ocurriera; Clinton; y Trump), y en América Latina a Abdalá Bucaram por corrupción e incapacidad mental (1997), y las vacancias del fugitivo Alberto Fujimori y de Pedro Pablo Kuczynski en Perú, sin contar una serie de fallidos pedidos de destitución en países como Chile, Argentina, etc.

El impeachment debe entenderse como una figura de último recurso, cuando hay pruebas fehacientes de abuso de poder, hechos delictivos o incapacidad para gobernar por parte de un presidente. Pero, lamentablemente, en muchos parlamentos se ha convertido en un instrumento de presión política para arrinconar a los jefes de Estado en función de los intereses de partidos políticos o grupos de interés.

Como figura que nació contra el abuso del poder, el impeachment seguirá en las constituciones democráticas, pero, tal como va la democracia en la mayor parte del mundo, quizá habría que incluir el impeachment de congresistas que incurren también en delitos y demagogia.

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