Foto: Gec
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El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, fecha para reflexionar sobre la lucha por lograr igualdad de oportunidades para mujeres y niñas. La lista de barreras estructurales que enfrentan las mujeres en nuestro país es larga y multifacética: mayor carga de trabajo doméstico y cuidados no remunerados; concentración en empleos precarios, informales; mayores niveles de violencia; acceso inadecuado a servicios de salud y control sobre la salud sexual y reproductiva; menores niveles educativos; brecha salarial.

En medio de la severa crisis sanitaria mundial que nos afecta, en el Perú vivimos un nuevo desafío frente a las elecciones de abril. Generalmente los debates alrededor de la economía suelen ser los protagonistas; sin embargo, en los últimos años han cobrado relevancia en las propuestas electorales asuntos de política social, como educación, salud y protección social.

Durante mi trayectoria he sido testigo de cómo la educación de nuestras niñas y niños se vuelve una pieza de trueque en un debate politizado que no usa evidencia alguna, por ejemplo, afirmar que el enfoque de género es dañino. Por el contrario, he visto cómo el empoderamiento de las mujeres y niñas no solo genera beneficios para ellas, sino también para sus familias y comunidades.

Hoy, nuevamente, la vida de las mujeres es utilizada en el contexto electoral para reedificar una retórica machista, que refuerza estereotipos e incita a la violencia. Comentarios o ideologías que incitan al odio, y atentan contra la salud mental y física de las personas no deben tener ya ninguna cabida en nuestro debate político.

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La incorporación del enfoque de género en el currículo nacional y el avance de las políticas de prevención, atención y sanción frente a la violencia contra las mujeres han sido un gran avance hacia la igualdad en nuestro país. Suena ilógico pensar que exista oposición a favor de los derechos y del fomento de la igualdad de oportunidades, a que nuestros hijos e hijas puedan soñar y desarrollarse plenamente.

El lugar de nuestras niñas no es la cocina, y nuestro lugar no es enseñarles a cuidar la casa. Es nuestra responsabilidad como sociedad que cada niña y niño que nace en el Perú tenga las mismas oportunidades. Nuestro rol como madres y abuelas y también como ciudadanas es el de criar con amor y respeto, enseñando empatía y educando con igualdad.

En un país donde la pobreza aumenta y el ejercicio de los derechos para las poblaciones en situación de vulnerabilidad es limitada, apuestas fundamentalistas y obstruccionistas del desarrollo son inaceptables. Es nuestro deber estar vigilantes y asegurar que los derechos de todos y todas están siendo respetados y avancemos hacia el Perú que queremos ser.

No más retóricas de antaño, no más llamarnos “abuelas terroristas”. Dejemos de dar cabida a propuestas e ideologías violentas y retrógradas, y trabajemos juntos por un Perú mejor.

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