Pucha, qué fea tu tabla. (Correo)
Pucha, qué fea tu tabla. (Correo)

Lo bueno es que ahora miles de limeños saben que existen los artistas de Sarhua y que sus tablas representan una valiosa tradición, gracias a la cual las historias más importantes de un pueblo se pintan, se escriben y se comparten. Lo malo es lo de siempre: congresistas y limeños que aprovechan cualquier torpeza policial o fiscal para hacer leña del árbol caído y denigrar a quienes ya fueron absolutamente ofendidos, arrimados, discriminados e incluso asesinados, durante los ochenta en particular y durante la historia colonial y republicana en general. Si el congresista Tubino fuera mi padre, se me caería la cara de vergüenza. Si lo fuera el maestro ayacuchano Primitivo Evanan Poma, en cambio, me sentiría muy orgullosa y agradecida, por su valor como artista y su integridad como persona.

Está de moda ser un defensor de “la paz”, atacando a ciegas cualquier alusión al terrorismo que provenga del mundo andino, en especial si se trata, precisamente, de las víctimas. ¿Por qué? Porque con su radicalidad, congresistas que no tienen nada que hacer –aparte de proponer y aprobar la construcción de carreteras que destruirán zonas reservadas de la Amazonía, tuitear durante sus horas laborales o publicar fotos arrodillándose ante la llegada del Papa– se lucen ante un grupo demasiado grande de limeños que cree que hacerle justicia a su país amerita desaparecer cualquier posibilidad de duelo o de memoria sobre los años sangrientos de lucha contra el terrorismo. Fácil para quien no la sufrió.

¿Quiénes somos nosotros para decirles a las víctimas del terrorismo cómo tienen que recordar su propio dolor? ¿Con qué cara nos atrevemos a calificar la auténtica manera como un ayacuchano expresa su duelo, treinta años después? ¿Nos molesta que la hoz y el martillo figuren en las tablas? ¿Qué deberían pintar entonces? ¿Una cruz que nos recuerde que –oh, sí– la paz llega si rezamos? ¿El símbolo del fujimorismo para agradecerle por haber matado a sus familiares inocentes? ¿Nos incomoda que las fuerzas armadas se muestren tal y como procedieron, arrinconando, sometiendo y violando?

¿Cómo representar a Sendero Luminoso si no es con sus propios símbolos, arengas y banderas? A lo mejor aquí la gente aprecia más el arte abstracto y prefiere la poesía sutil, plena de metáforas, donde las cosas se dicen a medias y donde no pretender entenderlas es señal de sofisticación intelectual. Bien por ustedes, pero esta vez van a tener que apuntar a otro lado con sus espaditas de esgrima, que lo que nos toca es darle voz a quienes tuvieron que sufrirla en carne y hueso.