La piscina inclusiva. (adondevivir.com)
La piscina inclusiva. (adondevivir.com)

Qué chévere la casa de Alberto Kenya. Quiero ir a bañarme en su piscina ahora que hay este solazo, y supongo que me va a dejar entrar, pues el ex presidente nos debe, a todos los peruanos, 51 millones de soles. No olvidemos (ahora que está de moda olvidar) que los beneficios del indulto otorgado al ex presidente no incluyen el perdón del pago de la reparación civil. Ojo. Entonces, si dividimos 51 millones de soles entre más de 30 millones de peruanos, nos tocan casi 2 soles a cada uno. Dinero que serviría para miles de cosas importantes, pero que todo indica que el chinito que mata pero hace obra no va a pagar, porque con los 16 mil soles mensuales que necesita solo para alquilar su casa, y otro tanto para vivir, ya no la hace pues, tampoco tan poco. Otro factor humanitario a tener en cuenta es que a sus casi 80 años ya no va a conseguir chamba, a menos que vuelva a lanzarse a la Presidencia (previo envenenamiento a su hija, la rellenita ambiciosa y ociosa) y otra vez tenga acceso a todo lo que le dé la gana.

Pero para qué ser malpensados, en dos semanas viene el papa Francisco y lo que corresponde a todo buen cristiano es perdonar, incluso a quien no ha tenido la decencia de arrepentirse. Propongo, entonces (y nadie en su sano juicio debería estar en desacuerdo), que le perdonemos la deuda, así como le hemos perdonado sus “errores”. Seamos menos políticos y más humanitarios nosotros también, no solo se lo exijamos al ‘presi’ que canjeó permanencia por indulto. Insisto, deberíamos tener todos, ya que no paga, el derecho a darnos un chapuzón en la piscina de Alberto Kenya y de tomarnos un vasito de chicha morada en su terraza, de sobre nomás para no alterar su presupuesto mensual. Podrían repartirse tickets, como se han repartido para la venida del Papa, y el que no hizo su cola a tiempo no entra, tampoco alcanza para todos. Si la cultura japonesa del ex presidente lo exige, prometemos quitarnos las sayonaras en la entrada. Pero desconozco cómo funciona esto, porque el chino es peruano o japonés según convenga, entonces no se sabe si llegó en un barco o si nació aquí.

De modo que ambas costumbres deberían ser bienvenidas: la japonesa de quitarse las sayonaras antes de entrar a la mansión, o la peruana de tirarse a la piscina con las sayonaras puestas y el pan con tamal en la mano, llevado este último en la alforja, recordemos que el ticket solo da derecho a un vaso de chicha.