(LuisCenturión/Perú21)
(LuisCenturión/Perú21)

Después de mucho esperar que alguien sobrepare en una peatonal para poder cruzar, decido hacerlo sin permiso de los choferes y obligo, con ello, a reducir la velocidad a un taxista, ni siquiera a frenar, solo a ir más lento.

Aprieto el paso para estar más a salvo, cruzo, el taxista pasa y, cuando ya le estoy dando la espalda, escucho su voz: Perra. Su insulto tiene música de fondo, y llevarte a la cima del cielo, Ritmo Romántica, tu radio de baladas.

Clásico. Siento rabia, pero eso me hace daño, entonces decido llevar el conflicto al terreno de la lógica, tratando de entender... ¿Perra porque voy en shorts? ¿Perra porque no me muestro sumisa cuando él trata de sacarme del cruce peatonal? Nunca lo sabremos, él mismo no lo sabe.A pocos metros de este aburrido incidente, tan típico cuando eres mujer y vives en Perú, el velorio de Daniel Peredo revienta de gente, hasta su cajón llegan hombres, mujeres, niños, aficionados, futbolistas, periodistas, taxistas, etcétera. Peredo se merece el respeto de millones, porque fue su voz la que nos llevó a celebrar nuestro pase a Rusia 2018 y porque, con o sin Mundial, se hizo querer. Me pregunto, sin embargo, por qué en redes sociales y calles la gente está más movida por su muerte que por las niñas y bebés que mueren violadas. Y es por machismo. No necesito ser socióloga para deducir que todo lo anterior representa a una cultura machista hasta la muerte. Y ya que hablamos de muerte, estoy a favor de eliminar a los violadores. Sus mentes están quemadas y sus cuerpos son armas contra las personas más vulnerables e inocentes. Quienes me escuchan o leen suelen decirme que eso no soluciona nada. Pero una bebé muerta por violación o un niño o niña abusados tampoco podrán volver a ser los mismos, nunca.

Hace poco leí que Arlette Contreras, luchadora símbolo contra el feminicidio, quiere justicia, no venganza. Pienso, sin embargo, que Arlette tiene derecho a vengarse.

El problema es que estamos formateados por un concepto de culpa occidental católico, y nos han lavado el cerebro con que hay que perdonar, y que solo Dios puede tomar la vida por sus manos. Pero un violador menos es una buena noticia por donde se mire, aquí en la tierra.

De modo que, por mí, que se apruebe la pena de muerte. Porque mientras en Perú se siga pensando que la mujer si no es sumisa es perra, la violación seguirá siendo vista y tratada como un tema normal en conversaciones, comisarías, juzgados, escuelas, clubes, hoteles, hogares. Y ya que no hay justicia, al menos que haya venganza.