La Marina de Guerra, las Fuerzas Armadas y el Ejército Peruano fueron las primeras en marchar. (Luis Gonzales)
La Marina de Guerra, las Fuerzas Armadas y el Ejército Peruano fueron las primeras en marchar. (Luis Gonzales)

Por: César Astudillo Salcedo / Comandante general del Ejército

Un 26 de octubre de 1998, el Perú y Ecuador firmaron la llamada Acta de Brasilia. Este acto significó el arribo a un acuerdo de paz definitivo entre ambas naciones, que mantenían una disputa territorial desde los albores republicanos y que derivó en muchos casos en acciones armadas de distinta magnitud; desde los simples conatos hasta la guerra total.

En 1995, nuevamente nos vimos involucrados en un conflicto armado; esta vez focalizado en la Cordillera del Cóndor. Para nosotros, que veníamos de combatir en diversos escenarios del país a las hordas terroristas, fue una experiencia compleja, pues se trataba de un lugar lejano y abrupto, y al tener que restablecer una línea fronteriza, debíamos pasar a la ofensiva. Y fue precisamente esa praxis contra el terror senderista y del MRTA la que nos permitió, después de grandes esfuerzos, recuperar la integridad del territorio patrio.

El esfuerzo de miles de nuestros jóvenes soldados permitió que el país mantuviera sus límites donde nunca más se moverán. La firma del Acta de Brasilia significó, además, el cierre de la última frontera sin demarcar y el último conflicto armado entre naciones hermanas en América Latina. De allí en adelante, el Perú y el Ecuador han dejado sus diferencias y nos hemos dedicado a perseguir objetivos en común.

Trabajamos, por ejemplo, en erradicar de minas antipersonales extensas zonas selváticas fronterizas y, en este empeño, a la fecha, se ha logrado destruir 12,700 de estos peligrosos artefactos, permitiendo que las poblaciones que transitan por esos parajes lo hagan con la garantía de no ser mutilados o perder la vida.

Quienes eran jóvenes oficiales en ese momento y combatimos para asegurar palmo a palmo los derechos soberanos del Perú, hoy nos encontramos en otros grados, con una mayor jerarquía por nuestra antigüedad y competencia, y hemos emprendido, con bastante vigor, un proceso de transformación en los varios campos que abarca la conducción de una fuerza militar moderna, acorde a las necesidades del país.

El cambio generacional de cuadros de oficiales ha implicado un fuerte impulso a la educación militar y humanística, evolución de la doctrina, el afianzamiento de los valores de cada hombre y mujer que integra el Ejército; tratando que los oficiales, suboficiales y soldados de nuestra república sean ciudadanos ejemplares y proactivos, con un respeto irrestricto a los derechos humanos.

Pero, además, acorde con los tiempos que vivimos, creamos capacidades que permitan que los ciudadanos uniformados tengan las herramientas necesarias para defender al Perú de las múltiples, diversas y muy modernas amenazas que se ciernen sobre su seguridad, apoyando al desarrollo y sacando la cara por nuestros compatriotas, cuando la naturaleza decide soltar su flagelo, algo que es bastante común por las características y ubicación geográfica en la que nos encontramos.

Somos, a mucha honra, uno de los ejércitos más experimentados de la región, con oficiales muy conocedores de la realidad del interior del país y damos nuestros mejores esfuerzos para que nuestros cuadros estén en las condiciones óptimas para afrontar cualquier escenario que se presente.