Horas de angustia. Magistrado Richard Concepción Carhuancho se dedicó a la búsqueda de su hija.
Horas de angustia. Magistrado Richard Concepción Carhuancho se dedicó a la búsqueda de su hija.

“Estamos en horario de protección al menor”, dice el conductor, y luego la protección al menor se diluye merced a su antojo de macho castigador, y da el primer golpe: “Una chiquita de 13 que se va de su casa con un patita de 18 y aparece en Chimbote…. evidentemente no se ha ido a jugar yankempó, ni cucurucho”.

Acto seguido, asume que, “como los padres no han estado presentes, la chiquita ha tenido que largarse de la casa para llamar su atención y, tal ha sido su pataleta, que se ha ido a Atocongo a la 1 de la mañana para tomar un bus interprovincial”.

El troglodita no sabe qué pasó con la hija del juez, las razones por las que salió de su casa y apareció un día después en Chimbote, buscada con desesperación por sus padres.

Ningún periodista tiene derecho a divulgarlo, menos tratándose de una menor de edad, y menos aún ahora que ya está a salvo.

Incluso así, el cromañón (activista radical del movimiento #ConMisHijosNoteMetas, por cierto) quiere decir que la niña es una forajida y que sus padres son los responsables.

Pero como todo es una gran especulación, arma el culebrón de turno e invita a dos psicólogas mujeres (estrategia barata para distraernos de su verdadera motivación) quienes, sin mala intención, pero con muy poco seso, le hacen el jueguito al gallo del gallinero, y se despachan con una serie de sentencias sobre lo que supuestamente ocurrió.

Así, una de ellas dice “que la iniciación sexual temprana, sobre todo en las mujeres, es por falta de afecto familiar” y la otra dice que “si un padre le dice a su hija que la ama, ella no va a buscar cariño en la calle, con cualquiera”.

Dos argumentos que suenan muy verosímiles viniendo de las especialistas, pero que carecen de rigor según mi experiencia. Luego, el gallo de pelea dice que “el padre ideal tiene que luchar con un entorno pésimo, porque la chiquita igual va a terminar cambiando de enamorado, como cambia de calzón”. Siguen los golpes.

Finalmente, pone de ejemplo a su hija, “que es grandaza y cuando tenga 13 va a tener un enamorado de 17 que obviamente se la va a querer encamar, no sé qué voy a hacer porque cuando eso pase, no voy a estar yo, no va a estar Barreto, no va a estar Cipriani, no va a estar el Papa”. Achachau. Esta vez, el golpe es contra su propia niña y, de paso, contra todas las mujeres…

Ni que fuéramos idiotas para necesitar que Barreto, Cipriani o el Papa nos digan qué hacer o, lo que es más iluso: qué no hacer.