Hinchas peruanos realizan banderazo afuera del hotel donde concentra la selección peruana en Brasil. (Daniel Apuy)
Hinchas peruanos realizan banderazo afuera del hotel donde concentra la selección peruana en Brasil. (Daniel Apuy)

En los 90 minutos que dura un partido de fútbol, cuatro nuevas denuncias de violencia sexual son presentadas en Perú. ¿Que hoy no provoca hablar de cosas tristes porque mañana es la final de la Copa América? Al contrario, son tan urgentes los mensajes que necesitamos para frenar la violencia, que cualquier evento masivo debe ser aprovechado. Y si alguien cree que me refiero a una necesidad inventada, mejor que no lea nada y se conecte con la realidad. Una realidad de miles de personas gritando en el parque Kennedy frases tipo: “El que no salta es un chileno maricón”, “ganamos reconchesumares hijoeputas”, “se las metimos tres veces y doblada”. Ah, y los medios de comunicación grabando y difundiendo sin opinar, porque no hay que ser pinchaglobos porque el domingo...

En el fútbol vemos muchas cosas que no nos gustan, como racismo, xenofobia, homofobia y machismo. Cosas que están instaladas hace muchos años en nuestra cosmovisión. Y eso solo crece cuando ganamos, pues al ser un deporte tan popular funciona como caja de resonancia, agrandando la felicidad, pero también la violencia. Cuando Paolo Guerrero mete un gol y las cámaras le hacen zoom al instante, como cañones, siempre me parece leer en sus labios la frase: concha su madre. ¿Esto me ofende? No lo sé, pero lo importante es que es un mensaje violento, porque aunque no se refiera a la madre de nadie, es una palabra que usamos para insultar, para provocar las peores reacciones.

Mañana no habremos ganado nada, aunque le demos por goleada a Brasil, si al celebrar seguimos usando la violencia. El año pasado, Edison Flores, Renato Tapia y Miguel Araujo se sumaron en un video a la campaña #AsíNoJuegaPerú que buscaba sensibilizar a la población sobre odios que se cobran miles de vidas. El desmesurado crecimiento del mercado ha llevado a que este juego sea más bien una exhibición en la que todo está a la venta para el mejor postor. Aprovechemos esta tremenda vitrina para vender algo que nos beneficie a todos de una manera cuyo valor no puede ser monetizado. Me encantaría ver a Flores jugar con pasadores de arcoíris, como lo hacen decenas de futbolistas de la Premier (liga inglesa de fútbol) desde hace seis años. Según la fundación Stonewall, que organiza la campaña, el año pasado tuvo el efecto de reducir en 8% el número de hinchas de entre 18 y 34 años que pensaba que el lenguaje homofóbico era aceptable. Me encantaría ver a Yotún con chimpunes rosados. Me encantaría ver mil veces el conmovedor abrazo que le dio Advíncula al chileno Vargas al final del partido. Así como hay que saber perder, también hay que saber ganar.