Esto es una denuncia. (Jessica Vicente / El Comercio)
Esto es una denuncia. (Jessica Vicente / El Comercio)

Hace dos semanas tuve que sacar un permiso notarial para que mi hija de 14 viajara a Tarapoto en avión, el 30 de diciembre, con un familiar adulto. Los requisitos son la partida de nacimiento del menor, el DNI del menor, el DNI de uno de los padres –si el vuelo es nacional–, su firma y el número de DNI y nombre completo del adulto responsable por el viaje. Así lo hice, tuve que sacar una copia de la partida en Reniec e ir a redactar el permiso de salida a una notaría, un trámite que debe haber costado 80 soles. Me pareció exagerado que la notaría me exigiera el DNI y también la partida, pero me alegró pensar que es una medida de seguridad, en un país azotado por la trata de menores. Niños que son captados y secuestrados o llevados con engaños a zonas de turismo sexual infantil como Loreto o minería y tala ilegal como Cusco, Puno, Pucallpa y Madre de Dios, donde son obligados a prostituirse o a hacer trabajo forzoso, y pierden contacto con sus familias para siempre. He investigado el tema a profundidad, viajando a zonas lejanas y detectado un patrón de riesgo: puertos fluviales, empresas de transporte informal y fronteras poco resguardadas, por donde cualquiera puede salir con un menor sin dar mayores explicaciones. Es profundamente dolorosa esa realidad, pero no me impresiona, dados los niveles de informalidad que nos caracterizan, sobre todo en contextos de pobreza.

Me ha impresionado mucho, sin embargo, hacer un experimento y descubrir que aerolíneas que cobran 200 y hasta 300 dólares por un pasaje dentro del Perú también sean capaces de exponer a una menor de edad a cualquier tipo de crimen. Conocedora del tema de la trata de menores y curiosa por saber qué tan en serio se toma el tema una aerolínea como Latam y un punto de embarque como el Jorge Chávez, le pedí a mi familiar que estuviera cerca de mi hija todo el tiempo pero sin intervenir, hasta que alguien le exigiera, a la menor, el permiso y la presencia del adulto que la acompañaba. Increíblemente, nadie lo hizo. No se lo pidieron en el counter de Latam cuando chequearon maletas, ni en el control de embarque, ni en la puerta de ingreso al avión. Pasó sola mi hija. Hubiera podido tratarse de una fuga o un caso de trata, uno más. Jamás hago públicas mis quejas personales, pero esto no es personal, ni es una queja por mal servicio, bueno fuera, esto es una denuncia urgente, a la aerolínea y al aeropuerto. Y al sistema tan depredador en el que nos encontramos, donde una menor de 14 puede viajar sola a la selva, así nomás. Como si nada.