Del Solar renunció al Ministerio de Cultura en 2017 luego del indulto que otorgó PPK a Alberto Fujimori. (Hugo Pérez/GEC)
Del Solar renunció al Ministerio de Cultura en 2017 luego del indulto que otorgó PPK a Alberto Fujimori. (Hugo Pérez/GEC)

Los padres de familia del colegio de mi hija somos personas que nos relacionamos sin habernos elegido unas a otras. Tampoco hacemos viajes juntos ni nos tomamos una copa ni somos un gallinero ávido de risas y chismes, rara vez tenemos un chat grupal y siempre son para un evento concreto. Nadie sobresale porque a nadie le interesa sobresalir. Una que otra mamá lo lidera mínimamente, dependiendo qué tema sea, pero ese liderazgo no se impone ni se recela. Es una relación democrática, sana, transparente, proactiva, pacífica, comunitaria por mandato, solidaria y aleccionadora, por todo lo que podemos aprender unos de otros. Lo que nos une es el bien común, pero sobre todo el bien de nuestros hijos. No hay más. Y no importa quién se vaya o quién venga, pues los valores y la visión perduran, el fin sigue siendo el mismo. Somos los medios para un mismo fin. No se trata de nosotros.

El ejemplo anterior me sirve para transmitir lo que he sentido de cara a la “noticia” del nuevo gabinete. ¿Es Salvador del Solar el premier que necesitamos? No lo dudo, así como no dudo que los nuevos ministros lo sean. El problema es que nadie puede hacer un buen trabajo si, a los cuatro meses, van a sacarlo de su ministerio. Y eso es lo que viene pasando en el Perú desde hace al menos diez años, como una manera muy torpe y frívola de practicar la democracia.Siento que el cambio de gabinete se anuncia como una anécdota novedosa, como una curiosidad de quién es quién en el nuevo elenco. Nos enfocamos en si son hombres o mujeres, en su hoja de vida, en su “línea política”, si son caviares o derecha, todo muy divertido, muy de revista semanal en su página de sociales. Pero considero que no vemos el fondo del asunto, que es la interrupción permanente y absoluta de lo que el país necesita con más urgencia. De modo que da lo mismo quiénes han entrado esta vez (discúlpenme, no es personal), lo preocupante es que hemos visto, escuchado y leído, demasiadas veces, a la gente más olvidada, resignarse a que sus derechos más elementales no sean cubiertos jamás, “porque justo cuando iba a salir el proyecto cambiaron de ministro y nos quedamos sin nada”.

Y todo por la falta de transferencia –no de presupuesto, esa ya no es la excusa–, la facilidad con la que llega alguien nuevo y trae a su “gente de confianza”, ilusos nuevos huéspedes de una cartera, quienes parecen olvidar o ignorar que a los pocos meses desaparecerán y ni siquiera serán recordados, porque no hay manera, ya perdimos la cuenta.

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