(USI)
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Está extendida la imagen de que las mujeres en el poder son más rectas y menos proclives a la corrupción que los hombres. No obstante, la historia demuestra lo contrario. El ejemplo es la gestión de la ex alcaldesa de Lima, Susana Villarán. Paradójicamente, las féminas que combaten a los cacos de las arcas estatales han sufrido vejaciones, amenazas y hostigamientos –siempre más agudos que los de los varones– que evidencian métodos fujimontesinistas repudiados antaño y puestos en práctica hogaño, sin que un pelo se mueva. En concreto, los gobiernos de Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski.

Si este régimen quiere enmendar rumbo como promete, debería desagraviar a las ex procuradoras Julia Príncipe y Katherine Ampuero y abandonar el acoso sucio que le aplican a Rosa Bartra. Príncipe tuvo su calvario en el gobierno de Ollanta Humala, fue la única que tenazmente siguió el caso de Nadine Heredia Alarcón y quien entregó las agendas de esta a una fiscalía poco confiable. Por supuesto la destituyeron sin motivo.

Antes de ello, Julia sufrió las amenazas de la mafia de Orellana. PPK nombró a Julia presidenta del Consejo Jurídico del Estado, una señal de que combatiría a la corrupción con independencia. En cuanto a Ampuero, ex procuradora anticorrupción, hizo preguntas pertinentes sobre las asesorías de Kuczynski a Odebrecht y comenzó su calvario. Príncipe respaldó a Ampuero y ambas fueron despedidas brutalmente por televisión. También, al mejor estilo fujimontesinista, las amenazaron por teléfono, las hostigaron para amedrentarlas. ‘Robaron’ en la casa de Julia, teniendo caseta policial en la puerta y aparecieron pintas tildándola de aprista.

A Rosa Bartra le cae quincha mediática cada día y la vocinglería para que salga de la presidencia de la comisión Lava Jato es desagradablemente estridente. De buena fuente sabemos que están llamando a personas cercanas a ella para que la denigren. Por supuesto hay billete de por medio. Están escarbando al esposo, con información errada, pero no importa. Cuando se arma una campaña de demolición, vale todo. Hay otras acciones contra Bartra que revelan que este régimen no quiere investigar, menos luchar contra la corrupción como debería.

Rosa es treja y prolija en su trabajo de batallar contra el robo al Estado, pero, como a Katherine y a Julia, le ha traído problemas. Si de veras este debilitado y maltrecho gobierno quiere cambiar, tiene que prescindir del ‘estilacho’ fujimontesinista que resucitó Humala. Las campañas demoledoras, apoyadas por algunos medios, nos demuestran que Kuczynski, en este punto, le entra a todo. Pero en una democracia, el poder no puede usar prácticas deshonestas y fulleras. Por si le interesa, quien pierde es el país y sus 30 millones de almas.