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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Los altos niveles de inseguridad ciudadana (en hechos y percepciones) han parido a un nuevo tipo de elector antisistema. No se trata del "modelo económico" que acongoja visceralmente al peruano promedio. Ahora la insatisfacción con la clase política se calienta a punta de bujiazos, secuestros al paso y granadas extorsionadoras.

El elector antisistema no busca una solución institucionalizada, sino personalista. Está harto de promesas de reformas y de tecnócratas ilustrados. La insatisfacción coquetea con la de-sesperación. La salida, siempre, es el atajo de una figura providencial, nunca un proyecto político.

Llegue a ser o no candidato presidencial, el ministro Urresti es quien, por el momento, mejor responde a la demanda descrita. Si bien es cierto que pertenece al "gobierno", su popularidad es exclusiva y excluyente. La última encuesta de GfK demuestra que, mientras al gobierno se le critican sus magras políticas en materia de seguridad, a Urresti se le premia con el 48% de aprobación. Precisamente su exacerbación individualista le permite tal desdoblamiento.

Desde las entrañas propias del sistema –nada menos que el Ministerio del Interior–, Urresti invierte el mundo. Convierte a sus críticos en "opinólogos" del establishment; sus rivales no son los delincuentes, sino los "señoritos" de la prensa. Más se le critica, más se le quiere. Así, puede ganarle una segunda vuelta a Alan García (29% versus 24%), pero (¿aún?) no a Keiko Fujimori (22% versus 42%). Quizá solo sea cuestión de tiempo. Mientras tanto, el nuevo peruano antisistema (a un "pasito" de la OCDE) ha encontrado a su Walter Aduviri del orden, a su Gregorio Santos de la protección ciudadana, ese que sale todos los días con gorrita y chaleco en su canal favorito.