Martín Vizcarra ayer en el Estado Nacional. (GEC)
Martín Vizcarra ayer en el Estado Nacional. (GEC)

Por Marisol Pérez Tello

Atender la urgencia, planificar cómo volver a la normalidad y corregir es una obligación. Lo que está mal afecta en particular a quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad.

Los que se enfrentan al hambre y no pueden detenerse a pensar en la muerte; informales y migrantes; familias que salen adelante trabajando todos por un sueldo mínimo o un cachuelo.

Respuesta: bonos que llegan, aunque a veces tarde, mal y nunca. Urge que se vaya incorporando a los invisibles. Toca planificar pensando en los que no tienen voz, sin ahogar al sector empresarial que es el que da la chamba y paga impuestos, porque no habrá bonos eternos.

La cárcel, que por el hacinamiento y la deficiente infraestructura pone a los privados de libertad en riesgo y es un foco infeccioso que nos afecta a todos. Se está avanzando después de 70 días, pedido de facultades recortado, proyectos archivados con cobardía y populismo, errores y más de 200 muertos entre privados de libertad y servidores penitenciarios… lento y con altísimo costo en vidas, pero se está avanzando.

Corresponde pensar en los pueblos indígenas, los eternos olvidados... si aprovechamos la cuarentena para cambiar el enfoque en la toma y ejecución de decisiones, hay una gran oportunidad.

Se han hecho algunas cosas en los últimos días, percibidas como respuesta a denuncias. Ucayali o Cantagallo son un ejemplo. Se asignó 88 millones a 10 regiones con aproximadamente un millón de personas de pueblos indígenas.

Los pueblos tienen problemas comunes: infraestructura en salud y educación pésima, distancia y geografía que complica todo porque casi siempre o accedes por río o, en casos dramáticos como Purús, solo por aire; falta de agua, luz, internet, contaminación, tala o minería ilegal y una manera de entender la vida y las relaciones sociales DISTINTA, dependiendo de cada pueblo. En este marco se da la exigencia y reclamo del enfoque intercultural y el respeto a su organización.

Tenemos la oportunidad de hacer bien las cosas de la mano de los pueblos, de manera oficial, ni secreta ni tangencialmente o de modo paternalista; estableciendo un marco que permita sostener esos espacios. Hay que reconocer su autonomía, con protocolos diferenciados que no sean diseñados en una mesa por quienes no conocen la realidad.

Urge esforzarnos para que lo que se decida tenga procedimientos rápidos, con la menor ‘tramitología’, evitando que el dinero se pierda entre la burocracia y la corrupción o que no se aplique oportunamente.

Pensemos en un futuro con unidad nacional, que inspire y dé esperanza.