El presidente Martín Vizcarra en su pronunciamiento ayer desde Palacio de Gobierno. (GEC)
El presidente Martín Vizcarra en su pronunciamiento ayer desde Palacio de Gobierno. (GEC)

Ayer, a la hora del almuerzo, el presidente Martín Vizcarra ofreció en compañía de varios de sus ministros el más confuso y desordenado de sus mensajes a propósito de la crisis que ha generado el COVID-19 en nuestro país.

Después de idas y venidas en su alocución, y al parecer conminado por el contenido de un texto que le llegó a su WhatsApp, dijo finalmente que la cuarentena se extenderá hasta el 30 de junio.

Pero mientras el presidente hablaba de confinamiento desde uno de los salones de Palacio de Gobierno, en las calles de Lima la realidad decía otra cosa y los buses del Metropolitano cruzaban la ciudad repletos de personas que salieron de sus casas para trabajar.

Con los días –hoy es el número 69 en cuarentena– el discurso presidencial se está desgastando. Las necesidades obligan a miles de ciudadanos a desobedecer y nadie puede culparlos. Al contrario, el Gobierno está en la obligación de comprender y acompañar esas necesidades.

El daño que la pandemia le causa a la economía de cada familia peruana es brutal y va a ser peor si el Gobierno no facilita el inicio de las operaciones de muchas empresas formales que sí están en capacidad de cuidar y cumplir con todos los protocolos sanitarios.

El objetivo del presidente debiera ser que los ciudadanos salgamos de casa solo para trabajar, o si es que nos asiste una verdadera urgencia o necesidad. Él debería usar su liderazgo para enseñarnos a convivir, de la manera más aséptica, con un virus que el mundo entero está enfrentando.

Para eso no basta con liberar actividades que luego demoran semanas en contar con la autorización de los entes burocráticos para funcionar; se necesita que tanto los trabajadores independientes como las empresas formales que hayan cubierto todos los protocolos que requiere la ley, cuenten con los permisos para reabrir sus operaciones a la brevedad.

Ayer el presidente anunció la reactivación de algunas actividades, pero no fue claro en el procedimiento que cada una de ellas deberá cumplir para su reinicio, y tampoco mencionó las facilidades que el Estado les brindará a sus actores.

Habló de peluquerías y delivery de ropa, pero no dijo nada sobre fábricas, construcción civil o talleres mecánicos. Y volvió a perder la oportunidad de autorizar el uso moderado de taxi por aplicativo y automóviles particulares, formas de transporte que evitan aglomeraciones y riesgos.

La mayoría de la población reconoce que el presidente Vizcarra trabaja, personalmente, en la lucha contra el coronavirus. Sus índices de aprobación reflejan ese reconocimiento; de vuelta, al mandatario le corresponde enseñarle a cada ciudadano a cuidarse a sí mismo, a hacerse responsable de su propia salud, a desplazarse y moverse con sensatez y juicio. Para lograrlo, el presidente necesita ensayar modernas maneras de comunicar, convocar a los mejores expertos en psicología del comportamiento y la comunicación social e involucrar toda la capacidad del Estado en campañas que lleguen a todos los que necesitamos cambiar nuestros hábitos.