Congreso de la República. (GEC)
Congreso de la República. (GEC)

Ayer los legisladores sesionaron de manera virtual, respetando el distanciamiento que se les pidió el primer día, pero que les costó unos cuantos contagiados antes de que decidieran cumplirlo. Viéndolo en retrospectiva, que varios de ellos hayan sido las primeras autoridades en desobedecer la regla de no mantener reuniones grupales y guardar distancia física tiene que haber contribuido en cómo los peruanos hemos encarado la cuarentena.

Las acciones de otros contagian y lo que hagan las autoridades influye en ciudadanos que ingenuamente ven ahí un buen ejemplo.

Lamentablemente, el accionar errático de este Congreso, que podría haberse corregido conforme los legisladores se fuesen acomodando en su curules (o en sus cuentas de Zoom y Skype), se ha pronunciado las últimas semanas, al mismo ritmo que la curva de contagios que tiene a todos preocupados.

En parte, el problema de este Congreso es que no encuentra su lugar dentro de la crisis. Algo que es comprensible en tanto los legisladores no tienen función ejecutiva y están limitados por la cuarentena, pero aún así no han logrado construir un sentido de utilidad. Están encorsetados por la pantalla de una video llamada. Su desconcierto se manifiesta en la inexistencia de una agenda legislativa articulada, desplazada por pequeños intereses y una necesidad desesperada por dejarse notar. Actúan como si no tuviésemos una emergencia sanitaria frente a nosotros o como si la pandemia fuese el fin de la historia.

Nunca antes había visto un Congreso tan alejado de soluciones efectivas. Ayer hablaron de la pensión vitalicia del presidente y aprobaron exonerarse a sí mismos de la declaración jurada de interés, que todas las autoridades presentan, pero no se puso en agenda la crisis de los penales, donde ya murieron 67 personas. Definitivamente, tienen que revisar sus prioridades y encontrar su lugar en la crisis.