(Reuters)
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Justo cuando el país abría un nuevo capítulo en su historia, para desgracia de los peruanos, le tocó el peor gobernante en 200 años como república independiente.

Hoy, Pedro Castillo llega a los 12 meses de mandato en medio de escándalos, con 5 investigaciones fiscales abiertas por temas de corrupción; el país paralizado, carente de inversiones significativas, desgarrado por una interminable serie de conflictos sociales sin resolver y nulas perspectivas de crecimiento.

La ciudadanía, a su vez, malvive esta coyuntura dominada por la incertidumbre sobre su futuro, aterrorizada por el aumento de la delincuencia en calles y pistas, y la percepción de que el Gobierno adolece de ideas claras para salir de la crisis económica.

Un destrozo de todo lo que el país esforzadamente había avanzado en las dos últimas décadas de democracia, logrado en un periodo cortísimo, con una consistencia mantenida desde el primer día y que ya hubiéramos querido para tareas o decisiones esenciales en beneficio de la población. Algo que los anales políticos de la república jamás habían registrado antes.

El eslogan de campaña con que Castillo accedió al Gobierno, “no más pobres en un país rico”, podría leerse ahora como una referencia a su entorno inmediato: familiares, paisanos, docentes del sindicato filosenderista Fenatep, militantes amigos de Perú Libre y él mismo, a quien la Fiscalía identifica ya como posible cabecilla de una organización criminal. Esos han sido los únicos “pobres” favorecidos por su gestión.

El Perú no se merecía esto en su Bicentenario. Debe ser la primera vez que el mensaje a la Nación del primer año de un presidente no genere las más mínimas expectativas sobre anuncios de cambio o la ejecución de esperados proyectos de desarrollo.

Y está visto que del Congreso tampoco se puede esperar mucho. A estas alturas, la única esperanza que la ciudadanía mantiene respecto al Gobierno –las encuestas son más que elocuentes– es que la pesadilla termine cuanto antes y que Castillo, en un improbable arrebato de honestidad, se convenza de que es hora de tomar una decisión patriótica y dé un paso al costado.