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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El ex ministro del Interior Daniel Urresti haciendo uso de los 140 caracteres del Twitter, se ha convertido en un personaje central de la política peruana. Sus breves mensajes apuntan contra rivales políticos, con desfachatez y, a menudo, con agresividad. ¿Tuitea sobre seguridad, salud, educación? No, su manera de hacer política no aborda asuntos aburridos.

Los medios se han vuelto tan adictos a este estilo que, a pesar de sus críticas al ex ministro, le publican todo, en una especie de esquizofrenia que va de la adicción al sensacionalismo al "deber ser" favorable al debate informado.

En su primer día de ex ministro, Urresti siguió al tope en las redes. Su blanco: dirigentes del fujimorismo y del Apra, para capitalizar los poderosos "anti" que generan ambos grupos. Sus adversarios caen en el juego.

El tono de Urresti hereda, limándolo, el estilo noventero fujimorista de los diarios 'chicha'. El político-militar se mueve como pez en el agua en este espacio y los fujimoristas beben de su propia medicina.

Alan García se maneja como otro "rey del Twitter". Se supone que polemizar con él es garantía de salir magullado, pero se ha visto obligado a retroceder ante las embestidas de Urresti.

El ex ministro va más allá, en calificativos, que sus adversarios tuiteros; ese es su fuerte y él ya tomó nota de esto.

Convertir la política en un espacio de calificativos y agravios no es nuevo, pero esto no borra el hecho de que esta supuesta muestra de "ingenio verbal" no solo deprime el lenguaje sino que, sobre todo, deteriora el quehacer político, porque tiene la perversa capacidad de hacer desaparecer los verdaderos (y enormes) desafíos que hay en el país.