Este lunes Donald Trump regresó a la Casa Blanca en lo que constituye uno de los más impresionantes remontes políticos de la historia. Luego de haber sido derrotado en 2020 por un candidato mediocre como Joe Biden, y aun con la ventaja que supone ser un presidente en funciones, Trump logró en noviembre una cómoda victoria ante la vicepresidenta Kamala Harris. De hecho, con más de 77 millones de votos, nunca un republicano había alcanzado un apoyo tan alto en las urnas.
Hoy Trump regresa con un discurso incluso más drástico que el de su primer gobierno, con un tono radicalmente nacionalista. Así, ha anunciado la más grande operación de deportaciones de la historia y la imposición de aranceles masivos para “proteger” al país de sus aliados comerciales. Pero lo que quizás más ha llamado la atención son sus aspiraciones expansionistas, un límite que nunca cruzó en su primer periodo.
Ha anunciado su intención de “recuperar” el canal de Panamá, ha declarado el rebautizo del Golfo de México como “Golfo de América” y ha manifestado su interés en comprar Groenlandia, territorio con soberanía danesa. Una agenda sin duda decimonónica.
¿Qué impacto tendrán todas estas medidas sobre el Perú? Debemos tener en cuenta que nuestro país no le quita el sueño a Trump. Como comparación, mientras que el comercio entre EE.UU. y México suma US$855,000 millones, y entre EE.UU. y China US$760,000 millones, la cifra llega a solo US$28,000 millones en el caso de Perú.
No obstante, para el Perú, EE.UU. es el segundo socio comercial más importante al ser origen del 23% de nuestras importaciones y el destino de 15% de nuestras exportaciones. Por ello, las decisiones de la gestión Trump, sin duda, tendrán un impacto en nuestra economía.
¿Cuáles son los mecanismos a través de los que se sentirá este impacto? Cuatro tienen especial relevancia.
El primero y más directo será la imposición de aranceles (impuestos a la importación). Trump ha hablado de elevar las tasas entre 10 y 20 puntos porcentuales para todo el mundo (y en 25 para México y hasta 60 para China). Considerando que casi un cuarto de todos los bienes exportados por Perú va a Estados Unidos, esto significa que nuestro sector externo podría ser menos competitivo y perder volumen. Esto afectaría principalmente la industria agrícola (arándanos, uvas, espárragos, palta, etcétera), la minera (oro y cobre) y algunos productos finales, como prendas de vestir.
Un segundo efecto importante tiene que ver con el envío de remesas. Hoy unos 720,000 peruanos o hijos de peruanos viven en Estados Unidos. Ellos remiten anualmente remesas por aproximadamente US$4,500 millones. Considerando que un porcentaje de esta población trabaja de manera ilegal, y que la Administración Trump planea llevar adelante un plan masivo de deportación, se puede esperar una reducción en el volumen de remesas. Resulta complejo hacer un estimado de magnitud, pues este dependerá del volumen y nacionalidades de las deportaciones, pero sin duda será un efecto considerable sobre nuestra balanza de pagos, dado que Estados Unidos es el principal origen de estos envíos para el Perú.
Un tercer elemento por considerar, y vinculado al anterior, tiene que ver con el número de compatriotas que podrían volver al Perú como consecuencia de las acciones de deportación de Trump. Según estimaciones, solo un 20% de la comunidad peruana en Estados Unidos está en una situación irregular, es decir, poco menos de 150,000. Asumiendo que se llegara a deportar un tercio de este total, estaríamos hablando solo de unos 50,000 peruanos retornando. Es decir, un volumen muy reducido si se compara, por ejemplo, con la migración venezolana. Por ello, el impacto económico sería muy limitado.
Finalmente, un cuarto potencial impacto sería más bien de orden político: el estilo de liderazgo y agenda programática de Trump, sin duda, pueden generar un efecto contagio en Latinoamérica. Así como hoy vemos muchos candidatos que aspiran a ser el ‘Bukele peruano’, que no nos sorprenda que pronto surjan aspirantes al ‘Trump peruano’. Es decir, figuras que se presenten con políticas de ‘mano dura’, retórica nacionalista y vocación conservadora.
Aunque el panorama deja muchas incertidumbres, una cosa es segura: los próximos cuatro años serán todo menos estables en el panorama internacional.