Trump, el sedicioso (Foto: Reuters)
Trump, el sedicioso (Foto: Reuters)

Trump pasó a la historia como el primer presidente de Estados Unidos con dos impeachments en el currículum. El primero fue por conspirar con el gobierno de Ucrania para tumbarse a Joe Biden; el segundo, por “incitar a una insurrección”. La vez anterior fue salvado por el Senado, que bloqueó el proceso que había sido aprobado en la Cámara de Representantes. En esta oportunidad, sin embargo, el asunto no es tan claro y Trump podría convertirse en el primer presidente de Estados Unidos destituido.

Para cualquiera sin ataduras trumpistas debe ser evidente que este trasgredió la legalidad para quedarse con el poder. Al ver que el riesgo de perder las elecciones era real, propagó una mentira descomunal para convencer a sus votantes de que le habían robado las elecciones. Luego las intentó anular, a pesar de que no existía ningún indicio de fraude y, como no lo logró, pretendió coaccionar a funcionarios públicos para que maquillen los resultados. Al ver que ninguna de esas estrategias daba resultado, él mismo instigó a una turba violenta a que intimide a su mismo vicepresidente y a los parlamentarios para que estos desconozcan los resultados. Sus partidarios se lo tomaron en serio y, en un acto sin precedente, tomaron el Capitolio, mientras Donald Trump guardaba silencio cómplice y hacia caso omiso a los pedidos de la prensa, los políticos y su mismo equipo para que detuviese el despropósito. Si eso no es sedición, ¿qué es? En una democracia, pocos delitos son tan graves como la captura del poder de manera ilegítima mediante la fuerza bruta.

El juicio político contra Trump se discutiría el 19 de enero en el Senado, un día antes del fin de su mandato. El tiempo es justo y es probable que termine siendo blindado, pero esto es más que un asunto simbólico. Si lo destituyen, el Senado podría votar en otra sesión para que nunca más ocupe un cargo público. Ahí está el ají.

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