"La legitimidad del gabinete está en entredicho desde que no ha recibido el voto de investidura, como ordena la Constitución, a más de un mes desde que se instaló el Congreso".  (Foto: Presidencia)
"La legitimidad del gabinete está en entredicho desde que no ha recibido el voto de investidura, como ordena la Constitución, a más de un mes desde que se instaló el Congreso". (Foto: Presidencia)

Es difícil en situaciones como esta encontrar el punto medio entre el extremismo que pretende socavar al gobierno en plena crisis y el que quiere darle un cheque en blanco. Hay que reconocer esfuerzos y voluntades, pero también errores y realidades. En tal contexto, hago notar algunas verdades incómodas.

(i) La legitimidad del gabinete está en entredicho desde que no ha recibido el voto de investidura, como ordena la Constitución, a más de un mes desde que se instaló el Congreso. Si a eso se suma el interregno, el gabinete Zeballos lleva siete meses gobernando sin haber sido investido. La pandemia, lejos de justificar, agrava la situación. Un gobierno en crisis debe tomar medidas extremas y, por tanto, requiere más legitimidad –no menos– que cualquier otro.

(ii) Pocos dudan de que era necesaria la cuarentena, pero lo que debía durar dos semanas se ha extendido a 10, y no hay atisbos de que la curva de contagios decline. Locura es hacer lo mismo –extender la cuarentena— y esperar resultados distintos, según frase atribuida a Albert Einstein. Ya lo dijo la Dra. Pilar Mazzetti: algo no está funcionando. Hay que cambiarlo, no persistir en lo ineficaz. Interesantes medidas alternativas han sido propuestas por especialistas. Son trabajosas y complejas. Pero nadie dijo que iba a ser fácil.

(iii) Si se acusa al presidente de obsesión por la popularidad, la del Congreso es mucho peor y más dañina. Pero es en parte culpa también del presidente, quien abonó el cortoplacismo legislativo con su capricho de prohibir la reelección al Parlamento, medida que todos los especialistas desaconsejaron (tal vez con insuficiente énfasis). Lo anterior, sumado a la desesperación de la gente por la (extendida) cuarentena, es un cóctel letal.