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Redacción PERÚ21

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Carlos Basombrío,Opina.21cbasombrio@peru21.com

Muchos políticos recibieron este mensaje con alivio. Incluso el expresidente Alan García, en otras ocasiones más perspicaz, la felicitó por su decisión. La verdad, me pareció ingenuo, ya que si ella quería de verdad despejar toda duda, bastaba con decir que no candidatearía bajo ninguna circunstancia.

El domingo, el presidente Ollanta Humala nos dio la razón a los desconfiados. Dijo, entonces, lo siguiente: "Lo único que existe es una ley con nombre propio, que se hizo para vulnerar los derechos constitucionales de la señora Fujimori. Eso es lo que hay".

Esto, al lado del 'ya no es tiempo de leyes con nombre propio', manda el mensaje de derogar esa ley.

No importa si es el camino de la ley o el más escandaloso todavía de la "interpretación auténtica" (que entusiasma al presidente del Jurado Nacional de Elecciones), para mí es claro que el tema está en la agenda de la pareja.

Si no fuese así, toda la contribución que ella hace a la gestión de su marido, incluso la de actuar como primera ministra de facto, la haría con discreción y no rodeada de un bien afiatado equipo de prensa.

Su gran popularidad no la justifica. Si la aprobación en las encuestas legitimara torcer la ley y burlar la institucionalidad, la re-reelecion de Fujimori se habría justificado.

Por cierto, los fujimoristas tuvieron sus constitucionalistas que legitimaron el atropello. Algo que los Humala parecen haber encontrado en un embajador (político) que ha salido a declarar que la ley es inconstitucional.

Incluso, en el caso de que así lo pensara, debió abstenerse para que nadie vaya a pensar que lo decía para pagar favores.

Desolador que quienes juraron que no se quedarían un día más estén ahora maquinando lo contrario.