(Foto: GEC)
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¿Premeditación? ¿Ingenuidad? ¿Juego sucio? Las motivaciones para que el Congreso ponga al país al extremo de un despeñadero político pueden ser todas las anteriores, pero también es verdad que Cateriano falló en confiarse en su instinto de “zorro viejo” y el “touché” provino no de sus archienemigos, sino de varios aventureros (con intereses no santos) que le “pelaron los dientes” al darle la bienvenida a su nombramiento para, a los pocos días, expectorarlo con un portazo en las narices, y, de paso, darle una bofetada al país, que se debate entre los miles de contagios y muertes por una pandemia que está muy lejos de ser controlada.

Las próximas 24 horas son cruciales para Martín Vizcarra, quien deberá optar o por mantener a la mayoría de su gabinete salvo el cambio obligatorio de premier (suena fuerte Walter Martos, que es un militar en retiro) o un gabinete que convoque a todas las fuerzas civiles, gremiales, empresariales, políticas que enfrente este periodo de transición a través de un Acuerdo Nacional real, fortalecido y no ninguneado como hasta ahora.

El Perú no está para jugar con fuego. Está al borde del abismo con posibilidades de no retorno. La crisis sanitaria, económica, política, además de una creciente ola de desconfianza generalizada porque las respuestas siguen siendo erráticas, nos coloca a todos en el peor escenario. Es momento de exigirle al Gobierno, al Congreso, madurez con M mayúscula para evitar estas confrontaciones vergonzosas que solo logran cobrar más vidas.

Al ciudadano lo que le importa es que le devuelvan su trabajo, un plato de comida, que le garanticen salud, derecho a una educación digna y la libertad de aspirar a una vida con calidad y más justa. Hay que desnudar a tiempo a aquellos lobos vestidos de ovejas de la política que aseguran hablar por y para el pueblo y, más bien, están solo hablando en nombre de sus oscuros intereses personales o de grupo. ¡Estemos advertidos!