(Foto: Presidencia)
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Es difícil entenderlo, salvo con la lógica chiclosa de quien entiende la política como una improvisación constante. De qué le puede haber servido al presidente eyectar del gobierno a un elemento tan incompetente y desestabilizador como Bellido para bajar la tensión política si, cada vez que abre la boca, él mismo intenta incendiar la pradera, golpeando al país con los mismos mensajes trasnochados que pensábamos ya había dejado de lado –estatizaciones, nacionalizaciones– y que no son más que eufemismos del mismo afán expropiador que desvela a Cerrón, Bellido, Bermejo y compañía.

Y tampoco deja de sorprender que vuelva con la monserga de estatizar Camisea cuando horas antes había aprobado que su premier vaya al Congreso con un mensaje conciliador y enmarcado en la Constitución y la ley, en las que estos ideologizados conceptos –tomados del extravagante ideario de Perú Libre– son inexistentes.

Pareciera que el presidente se ha olvidado de que ya no está en campaña y que no puede pasear alegremente por las plazas públicas del país diciendo todo lo que se le viene en mente u ofreciendo el oro y moro a las pequeñas muchedumbres que se acercan a oírlo perorar, sabiendo que eso repercute inmediatamente en la economía nacional, como ocurrió ayer.

Al solo repique de sus amenazas confiscadoras, los mercados entraron en pánico, subió el dólar, se afectó la confianza empresarial, que estaba comenzando a recuperarse, y los precios de los alimentos seguramente lo reflejarán desde mañana mismo en los mercados populares. ¿Le parece gracioso u oportuno al presidente jugar así con la subsistencia cotidiana de ese pueblo al que afirma defender?

Porque el daño de esa euforia expropiadora que, de pronto, parece haberlo poseído otra vez –a pesar de la incontable cantidad de veces que la historia de los pueblos ha demostrado no solo su inutilidad y, más bien, al contrario, su efectividad total para llevar a la ruina a cualquier economía que se preste a semejante demagogia– ya está hecho, y como, repetimos, lo comprobarán las angustiadas familias peruanas en los próximos días, para las que, a estas alturas, ningún bono logrará aliviar su situación.

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