Estado de torcido. (Getty)
Estado de torcido. (Getty)

Usted llega a una esquina. Hay un crucero peatonal. La ley es clara. Si el peatón coloca un pie en el crucero, el automóvil debe detenerse y dejarlo pasar.

Si está en Estados Unidos o en Alemania, es exactamente lo que ocurre. Los peatones ni siquiera dudan. A veces ni siquiera miran. Saben exactamente lo que va a pasar. Conductores y peatones conocen la ley. Pero, además, saben que deben respetarla. No requieren un policía o mirar si hay una cámara. La ley existe, y por su sola existencia se cumple.

La mismo no ocurre en el Perú. Cruzar como lo hace un estadounidense o un alemán en sus países es un suicidio. Buena parte de los conductores no conocen la ley. De hecho, si tratas de entrar al crucero, pisan el acelerador y tocan claxon exigiendo lo que consideran “su derecho”. Y los peatones tampoco la conocen y se sorprenden cuando alguien detiene el automóvil. No saben cómo reaccionar y se paran en la esquina mirando incrédulos al chofer.

Y peor aún. A quienes sí conocen la ley no les interesa cumplirla. Sienten que la ley es irrelevante y que las normas no son verdaderas reglas de conducta que uno debe observar. La ley es de “mentiritas”.

La diferencia entre los países radica en algo que entre anglosajones llaman “Rule of Law”. Es curioso. Es un término que no tiene una traducción clara al español. Quizás ello sea así porque los idiomas reflejan nuestra idiosincrasia y no creamos palabras para significados que no nos interesan.
Y es que la “Rule of Law” es más una sensación, un sentimiento. Es “sentir” que la ley existe, sentir que sus reglas deben y van a cumplirse, y que ello ocurrirá de manera predecible y justa para todos. Ese sentimiento lo tienen los estadounidenses y no nosotros frente al crucero peatonal.

Traducimos “Rule of Law” con el impreciso y ambiguo término “Estado de derecho”. Pero no es lo mismo. Sentimos el Estado de derecho como algo que les concierne a los gobernantes y a las entidades públicas. No nos concierne a los ciudadanos. La ley me la tienen que aplicar. Si no me la aplican, no tengo que cumplirla. Por eso necesitamos de un policía para no cruzar la luz roja.

La desquiciada espiral que vivimos en los últimos tiempos da cuenta de que no tenemos “Rule of Law”. Nos preocupamos de las detenciones preventivas de los famosos y no de los miles de reos anónimos que purgan cárcel sin condena.

Usamos el cargo político, sin asco ni conciencia, para garantizar la impunidad de delincuentes. Amenazamos con cerrar Congresos o destituir presidentes sin importar lo que las reglas mandan y sin entender que por algo existen. Pensamos que todo vale mientras tenga el poder (y no el derecho) de hacerlo.

Ni Vizcarra ni los fujimoristas ni los apristas respetan los cruceros peatonales que ha pintado nuestra Constitución. Mientras sientan que tienen carro, arrollarán lo que se les cruce por delante. Solo se trata de definir quién tiene uno más grande. Lo que las reglas digan no importa. Para ellos (y también para nosotros los ciudadanos), la institucionalidad y las reglas democráticas valen tanto como un crucero peatonal.

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