“Vamos a generar beneficios para esta región y el Perú, pero también para el área de influencia directa, específicamente del distrito de Chinchero”, señaló Vizcarra. (Foto: Presidencia de la República)
“Vamos a generar beneficios para esta región y el Perú, pero también para el área de influencia directa, específicamente del distrito de Chinchero”, señaló Vizcarra. (Foto: Presidencia de la República)

La caída de cinco puntos en la aprobación del presidente Martín Vizcarra, registrada en la encuesta de Ipsos publicada ayer en El Comercio, ha desatado todo tipo de pronósticos e interpretaciones, entre las que tampoco faltan las consabidas admoniciones apocalípticas. Sus enemigos, acostumbrados a contemplar la imagen del mandatario desde los sótanos porcentuales de esas mismas encuestas, se frotan las manos mientras comienzan a guardarle sitio ahí abajito.

Es una suma de factores la que ha erosionado el alto respaldo ciudadano al jefe de Estado, un respaldo que, por ejemplo, supera de lejos al que tiene su gobierno. Un rechazo previsible viene del sur peruano, cuyas poblaciones se han volcado, al menos electoralmente, por liderazgos antisistema, algunos de ellos incluso en la periferia de lo legal.

Otro bajadón sensible es en el norte, que está siendo severamente castigado por la naturaleza: lluvias, huaicos y desbordes, que por enésima vez ponen al descubierto la precariedad del Estado peruano para enfrentar estos desastres, año tras año. Es lógico, por decir lo menos, que la población se muestre descontenta con la falta de previsión y la caótica, siempre insuficiente, ayuda que recibe de las autoridades.

Si bien en Lima, como en el oriente y centro del país, la popularidad del presidente se mantiene estable, del nivel socioeconómico C para abajo, el descontento con una economía que se percibe como aletargada se manifiesta en una caída de ocho puntos respecto al mes anterior.

La lucha contra la corrupción, por otro lado, sigue siendo el gran estandarte con que los encuestados asocian al jefe de Estado y lo que indiscutiblemente sostiene esa aprobación ciudadana, que, pese al descenso, sigue siendo enorme y muy por encima de la que tenían sus antecesores en Palacio durante el mismo período de gobierno.

Las señales son, pues, claras: mantener el rumbo, sí, pero, a la vez, ya va siendo hora también de que la economía interrumpa su siesta.

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