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Redacción PERÚ21

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Carlos Basombrío,Opina.21cbasombrio@peru21.com

Alejandro Toledo ha perdido completamente contacto con la realidad. No entiende lo que está ocurriendo y cree que –una vez más– el victimizarse puede ser suficiente para salir del profundo hoyo en el que ha caído.

No se ha dado cuenta de que la última y más audaz versión sobre lo sucedido –contradictoria con las tres anteriores–, diciendo que el dinero de Ecoteva era de Maiman y que este puso a la suegra de Toledo de testaferro para hacer negocios inmobiliarios en el Perú, se ha caído estrepitosamente con el descubrimiento de que de allí se pagó la hipoteca de su emblemática casa en Punta Sal.

No comprende que hay otros elementos –y cada vez más documentados– de que la suya ha sido una operación de lavado de activos y que todo parece indicar que los recursos provenían de dineros mal habidos durante su gobierno.

Que no solo él está gravemente comprometido, sino que todos los que de alguna manera lo han ayudado –su esposa Eliane, su suegra Eva, su amigo Joseph y su fiel guardaespaldas Avi– están en alto riesgo de ser incluidos en el proceso penal, que de seguro se va a abrir acá y/o en Costa Rica. (Tengo, en cambio, la convicción de que Aurelio Loret de Mola, vicepresidente de la ONG de Toledo, es ajeno a los hechos, pese a haber sido citado por la fiscalía que está viendo el caso).

Se equivocan los partidarios y amigos del expresidente si no lo ayudan a comprender la realidad. Tienen que decirle la verdad: que la política (con éxito) se acabó para él.

Podrá hasta estar en la cédula electoral, pero candidato no va a ser. Tienen que avisarle que hay un alto riesgo de que tenga el mismo destino de su némesis Fujimori. En ambos casos por muy buenas razones.