(GEC)
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El simulacro nacional de sismo del último martes sirvió para constatar que la ciudadanía no tiene mayor interés por participar en este tipo de jornadas preventivas, con lo que si hubiese un evento de gran magnitud en nuestra capital –como no pocos especialistas vienen advirtiendo–, el daño sería muy severo.

La razón no es difícil de explicar. Las obras de prevención por parte de las autoridades locales y nacionales son casi nulas. Y ni qué decir de las obligatorias campañas de comunicación que deberían haber puesto en marcha, pues la desidia generalizada tiene su origen en la ignorancia sobre lo destructivo que podría ser un terremoto en nuestro medio.

El director de Preparación del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), Miguel Yamasaki, lamentó ese mismo martes que las autoridades no inviertan el presupuesto asignado en acciones preventivas. Pero fue lo que añadió después lo que nos debe llevar a la reflexión. “Es verdad, no emplean el presupuesto, y ese dinero es justamente para reducir el riesgo, por ejemplo, con muros de contención en los cerros, donde las casas están sobre pircas, (pues allí incluso) hay casas sobre llantas”.

Recordemos que los expertos del Instituto Geofísico del Perú advierten hace tiempo sobre el silencio sísmico en Lima, que ha acumulado tal cantidad de energía que para ser liberada tendría que ocurrir un movimiento telúrico de 8.8 grados en escala Richter. Una carga que se produce y se va acumulando cuando las placas tectónicas de la costa –Nazca y Continental– no pueden desplazarse normalmente y forman una suerte de protuberancias que, con el tiempo, tratan de liberarse de alguna manera, generando corrientes sísmicas de diferentes proporciones.

Las autoridades están, pues, obligadas a ponerse las pilas con acciones concretas para comprometer a la ciudadanía. El peligro es real y solo las estrategias de prevención pueden aminorar los enormes daños que acarrearía un desastre de tal naturaleza.

El Perú no puede permitirse esperar de brazos cruzados que se desencadene una eventualidad como la que describen los sismólogos. Es imperativo que las alertas y los ensayos preventivos se realicen con asiduidad y la convocatoria masiva que las circunstancias requieren.



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