[Opinión] Hernán Díaz: Bienvenidos  a 1950. (Foto: Dante Piaggio / Archivo El Comercio)
[Opinión] Hernán Díaz: Bienvenidos a 1950. (Foto: Dante Piaggio / Archivo El Comercio)

Si soltamos por un momento esa gran obra de teatro que es la relación entre Palacio y el Congreso, vemos que, en la trastienda del poder, se gestan cambios y retrocesos que pueden resultar muy trascendentales para nosotros, los mortales. Quisiera resaltar solo dos de ellos.

Por un lado, tenemos la aprobación de la Ley N° 31494 que, en resumidas cuentas, faculta a los Comités de Autodefensa y Desarrollo Rural (CAD) a convertirse en fuerzas armadas paralelas, bajo el argumento de ser un soporte a las fuerzas del orden interno. Si algo podemos aprender de nuestros vecinos del norte es que una población armada con fuertes diferencias sociales puede desembocar en la generación de una sociedad altamente violenta.

Ello sin perjuicio de que tales comités se encuentran en zonas vulnerables al terrorismo y al narcotráfico, motivos por los cuales pueden terminar siendo no solo fuerzas paramilitares, sino, peor aún, fuerzas subversivas con armas que el propio Estado, literalmente, donaría. Por otro lado, está la congresista Rosangella Barbarán, quien nos muestra cómo, mediante la legislación, se intenta modificar la realidad.

Hoy, el aborto terapéutico se puede aplicar en nuestro país cuando el embarazo representa un riesgo grave y permanente para la vida y salud de la gestante. No olvidemos que somos un país donde más de 1,200 bebés son hijos de niñas menores de 15 años, y muchos de esos embarazos son producto de la violencia sexual generada en el propio entorno familiar.

Por donde se mire, el proyecto de ley N° 1520 es altamente controversial. A la luz de la letra, busca limitar el acceso legal –porque claramente las prohibiciones legales solamente aumentan el acceso a la informalidad de la salud, con los enormes peligros que conlleva– al aborto terapéutico de aquellas niñas o mujeres que vean en serio riesgo su salud, más aún cuando el embarazo no deseado puede ser producto de un atroz acto de violencia sexual. Bienvenidos a 1950.

Lea mañana a: Álvaro Henzler