Un par de días atrás, comenté que el único camino razonable inmediato es que todos los miembros del CNM dejen sus cargos. Me mantengo en esa posición. Puede que los siete consejeros no estén involucrados en este escándalo, que solo dos o tres sean las manzanas podridas de ese árbol, pero todo huele mal. Se necesita respuestas políticas enérgicas para que la confianza en el sistema de justicia no termine por desaparecer. ¿Acaso entre ellos habrá imparcialidad para investigarse y reformarse?

El caso del magistrado Hinostroza grafica todo. Defendió a un acusado de narcotráfico, tiene casas en el extranjero que no ha sabido explicar, plagió su tesis y su postulación para ascender fue rechazada al menos siete veces, ¿cómo llegó a ser juez supremo?

El objetivo también es dar un mensaje contundente a todos los operadores de justicia que actúan por amiguismos e incentivos ilegales. Es un secreto a voces que por los pasillos de los juzgados y fiscalías pululan estos personajes que han hecho que la justicia suela llegar tarde, mal o nunca, perjudicando siempre a los que tienen menos poder económico y político. Esa gangrena se cura con la amputación de la extremidad, no con calmantes, menos mirando para otro lado.

Si los consejeros del CNM no renuncian y la mayoría legislativa sigue mostrándose como aliada de toda esta descomposición, la ciudadanía debe asegurar que la fuerza de la acción colectiva genere los cambios necesarios para romper la simbiosis entre lo peor de la judicatura, la política y la criminalidad. Aquí la calle juega un rol esencial.

Que este nuevo escándalo político que remece el país no termine como siempre, sin que pase nada, sino que sea razón para el shock institucional que permita una reforma total y profunda del sistema de justicia.