(Perú21)
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El allanamiento de dos locales de Fuerza Popular, a solicitud de la Segunda Fiscalía Especializada en Delitos de Lavado de Activos, cayó como un balde de agua helada sobre la dirigencia y militancia de la agrupación que lidera Keiko Fujimori.

Amparado en una resolución del juez Richard Concepción, el fiscal provincial José Pérez ejecutó la medida ayer desde muy temprano y lo que hizo, como era previsible, fue generar una reacción en cadena de protestas y reclamos que sobrepasó predios naranjas y recaló ‘de taquito’ en Peruanos por el Kambio.

Desde allí, primero la premier Mercedes Aráoz y luego el jefe de Estado, Pedro Pablo Kuczynski, se ocuparon del tema. En ambos casos, los representantes del Ejecutivo dejaron constancia de su incomodidad con la disposición judicial.

El mandatario expresó su preocupación demandando el debido proceso. La jefa del gabinete fue más allá y “lamentó que se investigue a los partidos políticos de esa manera”. Curioso. Apenas días atrás había asegurado que “como gobierno, respetamos las decisiones del sistema de administración de justicia, el cual actúa con total autonomía, tal como exigen los principios del Estado de derecho”.

Lo cierto es que fue en Fuerza Popular donde la intervención judicial desató una recatafila de adjetivos y denostaciones que, sin excepción, tuvieron como blanco artero al fiscal de la Nación, Pablo Sánchez.

Allí estuvieron Daniel Salaverry, Héctor Becerril, Luz Salgado y Lourdes Alcorta. Cada cual, con su particular estilo, para denunciar amedrentamiento, abuso, vendetta, atentado a la estabilidad democrática, a los DD.HH., etc. Solo José Chlimper tomó distancia de estos calificativos y sostuvo que nada encontrarían los fiscales.

¿Por qué, entonces, tanto brinco si el suelo está parejo? En un proceso de investigación sobre el caso Lava Jato, el más escandaloso en materia de corrupción en la región, el trabajo del Ministerio Público y el Poder Judicial tendría que ser respetado y resguardado, principalmente por quienes ostentan el poder político. Porque la regla no debería tener excepciones, ya sea que la lupa esté por debajo de nuestros ojos o por encima de nuestros hombros.