El tema de hoy: El Perú que visita el Papa

“El país entero está expectante de lo que hará y dirá el Papa. Aunque no cambiará nuestra realidad, puede ayudarnos (...) a reflexionar”.
Papa Francisco

El papa Francisco arribó ayer a nuestro país para quedarse por cuatro históricos días. Pero muy aparte de su programada y muy recargada agenda, el Sumo Pontífice pisa suelo peruano en un momento en el que el Perú tiene aún grandes heridas abiertas. Políticas, socioeconómicas (desastres naturales y pobreza) y psicológicas. Las primeras, sin duda, serán difíciles de cerrar porque la crispación que tenemos no es inventada. Los nexos del presidente con Odebrecht existen; el indulto a Fujimori, que cada vez sabe más a canje por la no vacancia, se dio; y porque el antifujimorismo y el fujimorismo son como el agua y el aceite en estos momentos.

Bergoglio estará en tres ciudades que no han sido elegidas al azar. Como explicó a Perú21 la vocera de la visita de Francisco, Diana Seminario, el Papa acudirá a Puerto Maldonado porque es una zona donde se registran altos índices de minería ilegal, tala de árboles y pobreza, que detonan otros delitos como tráfico de personas, medioambientales, etc., flagelos por los que el Santo Padre ha mostrado una especial preocupación.

Trujillo, por su lado, es una de las plazas del norte que ha sufrido, en el año que pasó, el embate de la naturaleza con el fenómeno El Niño costero. Según Seminario, la idea es darles un mensaje de esperanza y apoyo a las familias que han sido afectadas. A esta ciudad llegarán fieles de Piura, Chiclayo y Tumbes, regiones deprimidas aún y con una reconstrucción que después de un año sigue siendo promesa.

Termina su estadía en Lima. Y acá las heridas son parecidas a las de Chile. Así como en nuestro vecino del sur, en el Perú también se denunciaron casos de abusos sexuales a menores de edad de parte de miembros de la Iglesia, como sucedió con el Sodalicio de Vida Cristiana. Francisco no pasó por alto esto y, antes de iniciar su gira por esta parte del mundo, ordenó su intervención. Como allá, imaginamos que también pedirá perdón por esas aberraciones. Las víctimas esperan eso y más: un deslinde y una exigencia de castigo.

El país entero está expectante de lo que hará y dirá el Papa. Aunque no cambiará nuestra realidad, puede ayudarnos –a católicos y no católicos, autoridades y ciudadanos, agresores y víctimas– a reflexionar sobre nuestros comportamientos, errores y delitos, a pensar de qué manera un cambio en nuestra actitud podría hacer que este sea un mejor país para vivir. Esperemos que así sea.

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