PPK
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En 2016, los peruanos escogimos a Pedro Pablo Kuczynski como presidente de la República para que gobernara el país por un mandato de cinco años.

Este, sin embargo, podría acortarse a menos de dos si hoy el Congreso decide vacarlo por “incapacidad moral permanente”. ¿La razón? Faltar a la verdad. ¿Justifica eso tan grave consecuencia? Está en manos de 87 parlamentarios resolverlo. Después de la tormenta, sin embargo, es fundamental que sobrevenga la calma. Por el bien de los peruanos. Si PPK se quedase –tras su última jugada de anoche–, igual la figura de la Presidencia habrá sufrido un desgaste político bastante difícil de revertir. En ese escenario, el Poder Ejecutivo debe recuperarse del estado de anomia en el que parecía encontrarse y escuchar a los ciudadanos. No a los que fungen de sus representantes en el hemiciclo, sino a los que, no pudiendo alzar la voz como lo hacen los primeros, reclaman válidamente cumplir las promesas que alguna vez fueron ofrecidas.

El país es más que los políticos que dicen gobernarnos. Pero necesita de un contexto que le permita crecer. Y esta innecesaria crispación política entre poderes del Estado que, en vez de estar equilibrados, parecen estar enfrentados en un ring de box no facilita esta labor. Por poner un ejemplo, a pesar de que sería mezquino desconocer los avances de la reconstrucción del norte de país, aún quedan muchas necesidades básicas que satisfacer. Y es precisamente en estos casos de extrema necesidad que se requieren señales claras de que el Estado se preocupa también por ellos.

La lucha contra la corrupción, que ha servido a muchos congresistas para disfrazar tantos móviles subalternos detrás de la vacancia, tampoco puede detenerse. Pero no hace bien ni politizar la justicia ni judicializar la política.

Tanto PPK como los demás políticos cuestionados deben rendir cuentas de las irregularidades que se les imputan. Pero si son delitos los que se discuten, para esto están los órganos facultados en perseguirlos y juzgarlos. Que esta crisis sirva para repensar el país. Sin crisis no hay desafíos, decía Einstein.