Congreso
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En esta espiral de violencia que envuelve a nuestra sociedad, tan grave como el acoso y la violencia contra la mujer es el abuso a los menores de edad. Las estadísticas de los Centros de Emergencia Mujer del Ministerio de la Mujer sobre violencia sexual en agravio de niños entre los 0 y 17 años –difundidas ayer por Perú21– revelan una realidad escalofriante: solo en los tres primeros meses de este año se han denunciado 1,727 casos. De este total, 886 son violaciones.

Pero esos son los casos reportados. En este apabullante cifrado de abusos y agresiones no están incluidos los dolorosos testimonios de víctimas que callan por temor o vergüenza y que conviven, día tras día, con imborrables cicatrices. Sin embargo, existen… y no olvidan. ¿Cómo hacerlo si, en muchos casos, su agresor es el primero que ven al levantarse y el último que los intimida al acostarse? Son los padres, tíos, hermanos, primos, abuelos que violentan su inocencia.

Un estudio realizado por el Programa de Investigaciones Criminológicas y Análisis Prospectivo del Ministerio Público, presentado en febrero y que abarcó el periodo 2013–2017, corroboró que en el 40% de los casos las víctimas de violación tenían a un familiar como su victimario.

Ocurrió con la bebé de dos meses ultrajada por su padre en Huaraz. Le pasó a la adolescente de 17 años violentada desde los 9 por su progenitor. También a la pequeña de tres años agredida por el director de su escuela en Ica. En cada uno de esos casos, el Congreso ofreció sanciones más severas. Sin embargo, el entusiasmo les duró poco a los legisladores que ya nos han demostrado que el tema está en el último lugar de sus prioridades.

El encarpetamiento de más de una decena de proyectos para incrementar los años de cárcel o aplicar la castración química refleja esta desidia parlamentaria. Tampoco se ha implementado el reclamado registro de agresores.

Propuestas hay y ahí seguirán guardadas bajo siete llaves si alguien, ya no sabemos quién, no toma la decisión de salir de este letargo que todos los días cobra una nueva víctima. Ya no basta con indignarse… hay que actuar.