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Beto Ortiz,PeriodistaAutor: GONZALO PAJARESgpajares@peru21.com

"Entrevistar a políticos, actores, deportistas, me da igual. Me gusta conversar y puedo hacerlo con cualquier persona. La entrevista tiene una paradoja: puedes tener al frente a un desconocido y, sin embargo, siempre pretenderás que el entrevistado te cuente cosas que no le diría ni a su confidente ni a su mejor amigo", nos dice Beto Ortiz, quien desde la próxima semana vuelve a las entrevistas políticas en Abre los ojos, el noticiero matutino de Frecuencia Latina. Además, pronto aparecerá su nuevo programa-concurso La máquina del millón. En esta charla hablamos de sus muchas facetas.

¿Usted distingue entre entrevista y conversación?No. Trato de que mi entrevistado esté cómodo. Discrepo del estilo beligerante, de la esgrima, ese que estaba de moda en los ochenta. Si empiezas pateándole la cara al entrevistado, lo único que lograrás es encerrarlo en su caparazón y hacerlo impenetrable. Lo contrario me parece más eficaz, me ha dado mejores resultados: si lo haces sentir cómodo, en casa, bajará su defensa. Eso no significa que se vaya feliz a su casa, prefiero que se vaya confundido, pensando "¿la habré cagado?". Jorge Trelles nunca me hubiera dicho "nosotros matamos menos" si yo hubiera empezado nuestra charla diciéndole "maldito mafioso fujimorista".

Alan García no le dijo mucho cuando se fue al otro lado…Antes le hice un par de buenísimas entrevistas, pero uno no siempre se puede sacar 20. Además, haber estado fuera de la entrevista política por más de un año me sacó de forma: entrevistar es como ir al gimnasio; si lo dejas, pierdes reacción.

¿Cuán cerca debe estar un entrevistador de su entrevistado?No deberían ser amigos.

¿Eso le pasó con Alan?No. No es mi amigo.

¿Cómo actúa en las entrevistas con gente que admira?La admiración es buena porque te pone la valla más alta. La entrevista con Vargas Llosa hizo que me exigiera mucho. Salvo el examen de admisión que di para entrar a la universidad –cuando ingresar era difícil–, no recuerdo haber 'estudiado' tanto como para esa entrevista. No quería hacer un papelón, Vargas Llosa es un interlocutor exigente y en anteriores entrevistas había dejado a su entrevistador en ridículo. También me exigí mucho con Humala, a quien me propuse hacerle una entrevista política, pero también distinta, personal, pues me parecía impenetrable, dejando atrás eso de llamarlo "chavista".

¿Nota cuando su entrevistado le miente?No siempre, pues hay buenos mentirosos. Cuando más psicópata es una persona, más mentirosa es… y algunas no solo me han burlado, sino al polígrafo, por ejemplo, Jean Paul Santa María, con quien el polígrafo enloqueció.

¿Es usted un buen mentiroso?Si fuera mejor mentiroso, escribiría ficción; me cuesta mucho trabajo inventar cosas y, al final, termino siempre diciendo la verdad… eso pasa en mis cuentos y novela.

¿Nuestros políticos son mejores mentirosos que los demás?No creo. Allí tenemos a Cenaida Uribe, que es una voleibolista mentirosa, pues ni siquiera la considero una política, sino una oportunista, quien se aprovechó de su cargo para hacer lobby y llenarse los bolsillos, lo que me parece deplorable, y me encanta que haya quedado como lo que es: una farsante.

¿Es usted un buen negocio para Frecuencia Latina?Sin duda (ríe). No me siento como mercancía, pero sí como un producto. Tanto el público como los auspiciadores son los clientes y, en la medida que ellos estén contentos, voy a seguir haciendo TV. Estoy disfrutando lo que hago, no veo esto como un medio para ser rico.

No tendría nada de malo…No me interesa, acumular no me llama la atención, no quiero tener una casa en Asia. No voy a tener herederos. Entonces, ¿para qué voy a dejar plata en el banco?; si la tengo, la disfruto: me voy de viaje a Europa, me compro lo que me provoca… no me interesa poner un spa (risas).

Mi madre le diría: ¿y su vejez?La vejez no me preocupa. Esa paranoia hace que la gente viva angustiada por el futuro y no disfrute su vida presente. Podría guardar pan para mayo, pero, felizmente, en los últimos años he tenido pleno empleo. Hoy hago varias cosas: El valor de la verdad, La máquina del millón; tengo mis columnas en Perú21 y El Comercio, mi programa de radio y pronto daré unas charlas. Y todo lo hago porque me gusta, no tendría sentido desperdiciar mi tiempo haciendo algo que no me gusta: ya me tocó llenar techo…

Ya lavó platos, peló cebollas, cocinó…Trato de disfrutar cada etapa de mi vida, y esta es buena, sin duda. ¿La mejor? Voy a tener mejores (ríe).

Su oficio de cronista no es el más lucrativo y dice que tiene problema para inventar cosas, para la ficción. ¿Por qué insistir con la escritura?Así como pierdes el físico a la hora de abandonar el oficio de entrevistador, también lo pierdes cuando dejas de escribir: eso que llaman "tener mano para escribir" es haber escrito con regularidad. He tenido la suerte de empezar en periódicos y revistas, tengo el 'training' del cierre, pero sé que si abandono la escritura de esas columnas, empezaré a oxidarme. Muchas veces tengo mejores cosas que hacer –una parrillada con amigos, un paseo por Estambul–, pero las dejo de lado porque tengo que escribir.

¿Invierte bien su tiempo entrevistando a políticos?Creo que sí. Las campañas electorales que vienen serán divertidas, atractivas: de nuevo hay docenas de candidatos, personajes misteriosos. Además, un periodista puede influir en las decisiones de la gente, pero yo no le diría nunca a la gente "vota por", eso me parece de una arrogancia alucinante…

Según una encuesta, es el periodista más poderoso del país.Ese tipo de medallas son bacanes, pero no hay un "antes y un después" en tu vida por algo así. Ni con el ráting ni con las encuestas vas a sumar un cero a tus cuentas. ¿Si tengo un mejor contrato? No, firmé uno por tres años y, en ese tiempo, no se va a mover.

¿No le saludan con respeto y temor los empresarios?Lo que describes es la biografía de un arribista (ríe). ¿Para qué quiero que los empresarios me sonrían? Me llega altamente.

¿Quiere ser temido?Ya pasé por esa enfermedad infantil. Cuando el periodista es principiante, siente que debe ser un "fiscalito", un personajillo temido, que habla en difícil y que trata de poner en jaque al entrevistado, pero, cuando empiezas a madurar, te das cuenta de que eres un huevón más y que no tienes por qué adoptar la pose de fiscal. En la TV aprendí a tener buenos modales, a no ser un patán, un loco desquiciado.

¿La televisión no le ha hecho sentir más poderoso?No. ¿Prestigio? No, si este es un efecto de lo que hago, genial, pero más que el prestigio me interesa que la gente de la calle esté contenta con mi trabajo. Hoy recibo auspicios millonarios de un banco: La máquina del millón es carísimo. Antes no pasaba esto. Al contrario, se alejaban, hoy soy una condición para su inversión (ríe).

¿Qué se siente usted?Un periodista. Todo lo que hago lo hago como periodista: vivo, viajo y tiro como periodista (risas).

AUTOFICHA

■ Tengo la suerte de que la administración de Frecuencia Latina no me exige nada, estoy haciendo lo que quiero. Ahora hago el piloto de La máquina del millón, un programa alucinante que exige mucho del conductor.

■ En julio, en la Feria del Libro, presentaré dos libros: uno de entrevistas y crónicas, Nosotros matamos menos (Planeta), y Seix Barral reeditará Maldita ternura, mi novela del 2004.

■ No seré autor de una sola novela: mi contrato con Planeta me pone una pistola en la cabeza –quizás era lo que necesitaba– y me compromete a escribir otra novela. 'Maldita ternura' no es solo mi nick en Twitter.

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