No cualquiera convierte una maravilla turística como Machu Picchu en pesadilla turística, pero lamentablemente es lo que viene ocurriendo. Para miles de visitantes, ese viaje soñado a uno de los destinos más celebrados del mundo se convierte en un calvario apenas pisan Aguas Calientes, hasta donde llegan para comprar boletos, sin imaginar que pasarán horas parados como postes haciendo colas que se extienden más de 10 cuadras, viendo cómo sus preciosos días de vacaciones se esfuman, porque perderán de dos a tres días solamente para conseguir ticket. Y ni siquiera es que en ese lapso aprovechen para conocer Aguas Calientes, visitar los baños termales o hacer caminatas: lo único que pueden hacer es quedarse esperando a la intemperie.
Las malas gestiones pasan, pero sus desastres quedan. Betssy Chávez y Roberto Sánchez no están más en el Estado, felizmente, pero perdura el daño de su decisión populista de entregar 1,000 boletos diarios a Aguas Calientes para venta directa. Eso redujo la disponibilidad de entradas para adquirir vía plataforma electrónica, desde cualquier parte del mundo, obligando a que del 20% al 25% de los visitantes prueben suerte en Aguas Calientes, donde tienen a los turistas prácticamente secuestrados para que gasten en comida y alojamiento, no porque les provoca quedarse, sino porque no tienen otra opción.
Los boletos para “beneficio del pueblo” solo favorecen a un pequeño grupo enquistado que aprovecha el caos y el descontrol para hacer de las suyas con la venta. Se han denunciado casos de entradas fantasmas, reventas abusivas y otras prácticas turbias. Sin mencionar que exigen pago en efectivo, ¡con sencillo! Además de arcaico, es una tremenda oportunidad para la corrupción; mientras, el turista sufre un maltrato inaceptable y la imagen del destino termina por los suelos.
Machu Picchu es un lugar mágico, sin duda, pero es imposible que conserve su poder de atracción en estas condiciones. Un destino que castiga a los turistas con una pésima experiencia (los videos están en redes sociales) tarde o temprano perderá su reputación y sus visitantes. ¿Vamos a permitirlo? Mantener la venta presencial es mantener el maltrato; es atentar contra la recuperación del sector y contra el patrimonio de todos los peruanos. El interés mezquino de unos pocos no puede estar encima del bienestar general. Es hora de que los Ministerios de Cultura y Turismo recojan los platos rotos que les dejaron sus nefastos predecesores y comiencen a enderezar las cosas. Machu Picchu es nuestra joya, tratémosla como tal.